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Como flechas en las manos

Dentro de todas las tareas de ser padres, creo que la más importante es la de hacernos innecesarios en su vida; es decir, enseñarles a enfrentar la “vida real” con integridad y valentía sin que seamos indispensables para ello. No me mal entiendas, no estoy hablando de algo negativo para ellos, por el contrario, creo que el mejor regalo que podemos hacer a nuestros hijos es enseñarles a vivir sin nosotros, aunque estemos vivos y tal vez en el cuarto de al lado. 

¿Qué son los hijos? ¿Qué significan para nosotros?

Comparto en esta ocasión, la respuesta de Dios a esa pregunta: en el Salmo 127 se nos dice que los hijos son una herencia y un regalo que Dios nos da, y asimismo, compara a los padres con guerreros y a los hijos con flechas.  Así que todo parece indicar que nuestros hijos no son nuestra extensión, nuestro proyecto, ni nuestro bastón para la vejez (aunque puedan llegar a serlo).

La analogía del guerrero y las flechas para hablar de los padres y los hijos tal vez no nos diga mucho a los ciudadanos del siglo XXI, cuando ya los guerreros son solo referentes de películas viejas, pero apelando a la eterna sabiduría de Dios, pensemos a partir de esta comparación, cómo podemos aprender a ser mejores en esta tarea. 

Las flechas para el guerrero eran su manera de defenderse, cazar y obtener la victoria. El guerrero mismo fabricaba y preparaba las flechas para que pudieran dar en el blanco. Para que una flecha logre su objetivo, debe tener unas características especiales: deben ser de un material liviano que les permita alcanzar la altura y velocidad deseada, debe estar afilada para que pueda atravesar el blanco y debe estar lista al momento de ser lanzada.

De acuerdo con esta comparación, como padres guerreros, deberíamos preguntarnos, ¿cómo he preparado mis flechas (hijos)? 

¿Cómo estoy preparando a mis hijos para enfrentar el mundo?

¿Cómo estoy contribuyendo para que cuando sean “lanzados” (salgan de casa) puedan cumplir el propósito para el que fueron creados?

¿Qué herramientas les he dado para que enfrenten la vida en el futuro sin nosotros al lado?

¿Qué decisiones debo tomar para contribuir en la preparación de mis hijos para que puedan tener éxito y plenitud en su vida, es decir, “dar en el blanco”?

Tal vez haya tantas respuestas a estas preguntas como estilos de familia y de crianza, sin otra pretensión que intentar sumar y provocar reflexión e intencionalidad en nuestra tarea de formar a nuestros hijos, comparto algunas maneras que pueden ayudar en la preparación de nuestros hijos para impulsarlos hacia el cumplimiento de su propósito en la vida:

  • Deberíamos enseñarles con palabras y ejemplo, valores espirituales y morales. 
  • Deberíamos entrenarlos en lo que deben hacer y no hacer las cosas por ellos.
  • Deberíamos recordarles con más frecuencia su valor, su dignidad y el lugar correcto para encontrar aceptación e identidad.
  • Deberíamos ayudarlos a descubrir sus inteligencias y talentos, a manera de “exploración vocacional doméstica” que les ahorre dudas y fracasos al momento de elegir su oficio o profesión.
  • Deberíamos enseñarles el significado de crecer, madurar y hacerse responsables de sus actos a medida que avanzan en la vida.
  • Deberíamos amarlos con tanta fuerza, que los dejemos volar hacia su destino, aunque ese lugar no sea a nuestro lado.
  • Deberíamos amar los hijos que tenemos y nos los que quisiéramos que fueran.

En últimas, deberíamos pasar más tiempo preparándolos para cuando salgan del hogar, pues al fin de cuentas, vivirán más tiempo sin nosotros siendo adultos, que con nosotros en casa.

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