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Retrato de una guerrera: la mujer que ha logrado sacar adelante a su familia vendiendo frutas y verduras en Ibagué

Un relato que refleja el sentimiento de muchas colombianas que luchan día a día por vivir y sobrevivir ante la adversidad. Conozca su historia.
Historias
Autor: Valentina Castellanos Jater
Autor:
Valentina Castellanos Jater
Retrato de una guerrera: la mujer que ha logrado sacar adelante a su familia vendiendo frutas y verduras en Ibagué
Foto: EL OLFATO

"No soy una mujer profesional, pero la vida me ha enseñado a trabajar por mí y mi familia", dijo una madre orgullosa.

Ese es el diario vivir de miles de mujeres colombianas. Esas
cuyo propósito de vida ha sido ver por su hogar, sin temor a fallar. Una realidad que no se esconde tras un secreto.

Todos conocemos a una de estas guerreras, sí, pero déjenme
contarles la historia de Luz Mery Villamil Arévalo: una mujer, de 42 años, que ha logrado sacar adelante a su familia vendiendo frutas y verduras en Ibagué.

“Nací en una vereda llamada ‘Llanitos’. Mi padre nos enseñó a
trabajar desde muy niñas a mis hermanas y a mí. Básicamente,
mi adolescencia la pasé en el campo trabajando”, narró.

A sus 15 años conoció al hombre de su vida, uno igual de trabajador que ella, quien también se convirtió en el padre de sus hijos. Sin embargo, tiempo después un cáncer lo arrebató de su hogar.

“Con mi familia continuamos viviendo en el campo, pero en el
2007 fuimos desplazados por la guerrilla, y nos tocó venir a trabajar a una galería de la ciudad”, lamentó.

En momentos difíciles tenemos dos opciones: conformarnos
con estar en el hueco o utilizar lo que sabemos como una herramienta para salir de él.

“Como yo tenía conocimiento en cultivar y comercializar
productos del campo, entonces sabíamos cómo funcionaba ese
negocio. Por lo cual, nos dedicamos netamente a vender, ya no
los producíamos, sino comprabamos los abastos de las plazas y los vendíamos”, dijo.

Las cosas parecían mejorar, por lo que, a(r)mándose y llenándose de fortaleza -aún más-, continuó trabajando arduamente, como acostumbraba hacerlo.

“Mi papá tiene un puesto de frutas en el sector de la 69 con
Guabinal, y pues él solo vendía frutas, entonces yo le propuse la idea de que me dejara comercializar verduras y más cosas. Y,
efectivamente, él me dio la oportunidad de empezar con eso”,
puntualizó.

Mery comenzó a forjar su propio camino, ese del que nos
hablan desde que estamos pequeños. Sus días consistían en
levantarse a la madrugada, ir caminando a la plaza de mercado, competir con las grandes marcas para comprar productos y volver con ellos caminando, expuesta ante cualquier clima cambiante.

“Yo me estuve dando a conocer ahí un tiempo, me iba bien.
Pero un día llegaron los de espacio público y me dijeron que
si quería estar ahí debía pagar el arriendo de $1.200.000, y yo de dónde saco eso”, indicó.

“Traté de que me dieran permisos para estar ubicada allí donde estaba. Y no, no fue posible. Entonces me tocó, obligatoriamente, conseguir un local”, añadió.

Un gran paso en su vida

Fue así como la comerciante empírica logró lo que muchos desean: pasar de la informalidad a la formalidad. Eso sí, una tarea nada fácil.

“Vi que había un local al frente del de mi papá y me arriesgué
a tomarlo. Entonces, decidí que iba a vender, no solamente las verduras, sino frutas y todo lo que pudiera. También, quise
brindarle un trabajo a mi familia, sobre todo a mis hermanas, porque somos ocho mujeres”, comentó.

¿Qué más se le puede pedir a la vida? Tener y dar sostenimiento a una persona. Un acto de amor del que Luz Mery se siente plenamente orgullosa.

“Llegamos a apoyarnos entre todas. Es algo gratificante que tengamos trabajo y podamos para mantener a nuestra familia, porque ahora todo exige ser al menos bachiller, y nosotras hicimos hasta quinto de primaria”, aseveró.

Con todos los papeles en regla ‘Las monas’ se puso en marcha. Desde las 3:00 de la mañana hasta las 8:00 o 12:00 de la noche, sin parar, estas mujeres y sus hijas e hijos, trabajan incansablemente.

Tanto, que ni la pandemia pudo tumbarlos. “Mi negocio es uno de los que, en cierto modo, se ha visto afectado por lo de los paros y el virus, pero por ser alimentos de primera necesidad, gracias a Dios, no fue de los locales que se cerraron”, manifestó alegre.

Esta es tan solo una parte del camino que ha tenido que recorrer Mery, pues en sus 42 años ha afrontado retos más grandes que el mismísimo Monte Everest. Lo que la convierte en ejemplo de inspiración y valentía para muchas mujeres.

“Desde que uno empieza algo hay obstáculos, sí, pero cuando
hay perseverancia, sacrificio y dedicación, las cosas se dan. Nunca he esperado a que me regalen nada, yo me hago respondable de mí y de lo que tengo. Así
debe ser”, concluyó.

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