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Máximo Mario Alberto Daniel Carlos Juan: el ibaguereño sin tocayo

Ibagué
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“Muchos se quejan de que su nombre no les gusta, pero yo no me puedo quejar porque a mí me gustan todos mis nombres”. Eso dice Máximo Mario Alberto Daniel Carlos Juan, o Juan Carlos, como se hace llamar normalmente entre sus compañeros de trabajo, quien fue registrado con seis nombres debido a una curiosa costumbre de su familia.

“Mi papá no tenía mucha riqueza. Por eso, según él, la única herencia que nos iba a dejar eran nombres y a todos nos puso de a seis”, explica Juan Carlos, el quinto de ocho hermanos, todos con seis nombres.

Por supuesto, esto representaba todo un desafío de memoria para su madre, quien debía aprenderse los 48 nombres de todos sus hijos, porque, eso sí, ninguno estaba repetido.

“El único que se repetía era el María en las dos mujeres, porque mis papás eran muy creyentes. Así que una de mis hermanas se llama María Claudia Valentina Concepción Luz Alba y la otra María Socorro del Pilar Rita Angélica Lucía”. Nombres que de tanto repetirlos hasta se vuelven prosa.

Una tradición peculiar

Muchos pensarán que ponerle seis nombres a cada uno de sus hijos es un trabajo engorroso. Sin embargo, esta podría ser la demostración de amor más grande que el papá de Juan Carlos pudo hacerles, pues uno de los mayores motivos para optar por esa medida fue porque quería que sus hijos pudieran elegir su nombre entre esas seis opciones.  Pues dicen que los nombres transmiten ciertas características a las personas y claramente don Alcides Ortíz, el padre de Juan Carlos, no quiso tomar esa decisión tan a la ligera.

Lo curioso es que ninguno de los 48 nombres elegidos por Alcides pertenecía a familiares, ni a personas cercanas, ni mucho menos tenían una connotación religiosa (sin contar el María), a pesar de que eran fieles creyentes. Fueron al parecer nombres neutros, elegidos de manera aleatoria para que cada uno de sus hijos creara su vida a su gusto.

“En la casa había dos tradiciones: cuando cumplíamos años el cumpleañero era el que tenía que dar regalos y no al revés, así que un día antes mi papá le daba dinero para los obsequios.  Y la otra tradición era que, cuando cumplíamos los siete años, que era cuando se tenía uso de razón, nos reuníamos todos para que el cumpleañero escogiera el único nombre con el que quería que lo llamaran de ahí en adelante”.

Fue en ese cumpleaños que Máximo Mario Alberto Daniel Carlos Juan eligió llamarse Juan Carlos. Antes de eso todos lo llamaban Mario Alberto o ‘Mato’, a excepción de su mamá, a quien no le bastaban esos seis nombres y lo llamaba “mi negro”.

Una buena elección

Juan Carlos cree, como quizá también creyó su padre, en el poder que tienen los nombres. Es por eso que no se arrepiente de haber elegido esos dos entre todos los demás, porque representa lo que él piensa que es.

“Creo que Juan Carlos ha sido buena elección y que se identifica conmigo: un hombre que es una persona jovial agradable y descomplicada. Creo también que los nombres de alguna manera influyen en el comportamiento y en el carácter de una persona”, expresa él.

Seis nombres registrados

A pesar de que cada uno de los ocho hijos de don Alcides elegía su nombre a partir de los siete años, ninguno lo modificó ante la Registraduría. Todos sus documentos, diplomas y tarjetas llevan la enorme prosa que les otorgó su padre.

Juan Carlos fue el primero de sus hermanos, y posiblemente de todo el Departamento, en tener sus seis nombres en la cédula, ya que el resto solo pudo tener cuatro porque el programa para hacer los plásticos de la Registraduría no estaba diseñado para tantos nombres.

“Mi papá mandó oficios, cartas y una cantidad de cosas a la Registraduría para exigir que pudiera poner los seis nombres y lo logró. Fue la primer cédula que salió con seis nombres”.

Pero hay algo peculiar. Más allá del hecho de otorgar tantos nombres a cada uno de sus hijos, el señor Alcides Ortíz siempre buscaba seis nombres, no cinco, ni siete: seis.

¿Por qué ese número en particular? Eso es algo que jamás podremos saber con exactitud, porque sus hijos jamás le preguntaron y hoy la enfermedad le impide responder. Lo cierto es que ese número no fue definitivamente al azar.

“Mi papá era muy estricto. Él decía que todo tenía una técnica y la técnica era como él decía. Aprendió inglés solo y era el médico de Anzoateguí, el pueblo donde vivimos nuestra infancia”. Nada raro sería que la razón de elegir el número seis es por la relación que, según Juan Carlos, tiene ese número con la perfección.

Una vida con seis nombres

Pero, ¿pueden imaginarse lo que es tener una vida con tantos nombres? ¿Con momentos jocosos en las graduaciones, en las citas médicas, en el matrimonio y en cada uno de esos instantes en que se llama a lista?

Pues más allá de lo que se cree y a pesar de lo curioso que puede llegar a ser, vivir con seis nombres no ha sido para Juan Carlos ninguna molestia. “Quizá cuando empezaba la adolescencia tuve una etapa en la que me avergonzaba de tener tantos nombres, pero después entendí que esa era mi marca”, comenta.

Incluso es la razón por la que todos lo recuerdan, lo tienen en cuenta y lo tratan de manera cordial. Hasta los cajeros de los bancos lo ven y ya saben que es él: el hombre de los seis nombres.

Juan Carlos es coordinador académico del colegio Ciudad de Ibagué y por más de 20 años se desempeñó como docente en el colegio Tolimense. Muchos alumnos pasaron por su aula y muchos de ellos recuerdan la retahíla de nombres de su profesor. Por eso, al encontrarlo en las calles no desaprovechan para saludarlo y decirle: ¡Profesor Máximo Mario Alberto Daniel Carlos Juan! ¿Cómo le va?

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