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El profesor universitario de Ibagué que conquistó un premio internacional de poesía

Su poemario “Los apuntes de Humboldt" ganó en la versión número 41 del Premio de Poesía Juan Ramón Jiménez.
Ibagué
Autor: Juan Esteban Leguízamo
Autor:
Juan Esteban Leguízamo
El profesor universitario de Ibagué que conquistó un premio internacional de poesía

Daniel Mauricio Montoya es escritor, profesor de la Universidad de Ibagué y ganador reciente del premio de poesía Juan Ramón Jiménez de España.

Es licenciado en Lengua Castellana de la Universidad del Tolima y tiene una maestría en Neuropsicología y Educación de la Universidad de la Rioja. Ha publicado seis libros y ganado tres premios de poesía. Este es el cuarto.

En el concurso participaron 953 obras de más de 30 países como: Francia, Suecia, Argentina, Reino Unido, Italia, Chile, Rumania, México, Canadá, Nueva Zelanda, Israel, entre otros, pero solo una fue escogida como ganadora, la suya, por unanimidad del jurado elector.

De acuerdo con el jurado, su obra 'Los apuntes de Humboldt', "es una apertura a la vida en sí misma, a la naturaleza como un todo, al hecho de estar en el mundo y en sus cambios constantes”.

Para quienes no lo conocen, Humboldt fue un científico y viajero alemán, considerado como el padre de la geografía moderna por sus apuntes sobre botánica, ecología y climatología en Asia y América.

Daniel Montoya se apoya en estos apuntes sobre la naturaleza, pero son solo un pretexto, como sucede en la poesía, para hablar de algo más. 

Sobre el poemario

EL OLFATO: ¿Cómo hizo para hallar poesía en la ciencia? ¿No son dos mundos opuestos?

Daniel Montoya: La ciencia es poesía, y lo es porque en la naturaleza se encuentran misterios, paradojas, ironías. Hay orden, pero también desorden, y eso acaba siendo poético.

Un ejemplo que conocí es el caso de la mosca jorobada, y de las hormigas más peligrosas en el Amazonas, que acaban con todo y son capaces de comerse un caballo entero en una noche. Buscando proteger sus huevos, la mosca los pone en el lugar más seguro de todos: el lomo de las hormigas. Es una ironía. Eso, que es biológico, es un pretexto para hablar de algo más.

E.O: ¿Si pudiese hablar con Humboldt qué le diría?

D.M: Una de las características de Humboldt era que hablaba muchísimo. Dicen que cuando se encontró por primera vez con Charles Darwin, no lo dejó hablar ni hacerle preguntas.

Quizá yo le preguntaría para él qué es la naturaleza, o cómo se relacionan los ecosistemas con nosotros. Ya con eso él tendría suficiente.

E.O:¿Qué le inspiró a escribir un poemario atípico sobre Humboldt?

D.M: Yo empecé a leer lo que en la poesía se conoce como el haikú. El haikú son textos poéticos muy breves, de apenas 3 versos, inspirados en la naturaleza.

Ese acercamiento me fue llevando a leer más sobre biología y ciencia. Y, en otro sentido, empecé a conocer la naturaleza, acercarme, viajar. Así poco a poco fue naciendo el libro.

E.O: ¿Cómo describiría ese libro en pocas palabras?

D.M: El libro es un intento porque la voz poética se ponga en los zapatos de Humboldt y sus experiencias en América.

E.O: ¿Cómo ve la industria editorial en una ciudad sin muchas garantías como Ibagué?

D.M: Complicado. A nivel nacional hay muy pocas editoriales dedicadas a la poesía. Algunos ganadores de premios de poesía, incluso, no tienen dónde editar. Las pocas editoriales que hay no tienen un sistema de difusión grande, y están centralizadas. Se encuentran en Bogotá, Medellín y el Caribe.

'Los apuntes de Humboldt' de Daniel Montoya será editada por Frailejón Editores en Colombia; se espera que la obra esté lista para agosto de este año.

La publicación de su poemario se debe a los premios que recibe el ganador del concurso internacional: 12.000 euros (unos 52 millones de pesos) y la promesa de editar la obra en su país.


Ceremonia de premiación en Huelva, España.

El premio de poesía Juan Ramón Jiménez fue creado en conmemoración a este mismo autor, de nacionalidad española y premio Nobel de literatura en 1956.

Todos los años el premio convoca a poetas del mundo para que envíen sus propios manuscritos en español o portugués. Buscan, quizá, obras que reflejen lo que escribió el propio Juan Ramón Jiménez: “la poesía es un intento de aproximación a lo absoluto por medio de los símbolos”.

E.O: ¿Algún consejo para los jóvenes poetas que empiezan a crear?

DM: Que lean poesía contemporánea. Ayuda muchísimo a ver cómo se está encarando la realidad en estos momentos. Pasa a veces que la gente tiene cierta sensibilidad sobre los temas, pero lo hacen con un estilo, una estructura y una manera clásicas.

Alguien que lea a José Asunción Silva, por ejemplo, va a terminar escribiendo como él. Por eso creo que es importante iniciar con autores contemporáneos, o ir haciendo las dos cosas al tiempo: leer poesía clásica y contemporánea.

E.O: ¿Qué fue lo primero que pensó cuando recibió la noticia del premio?

DM: Yo pensé en las personas que me acompañaron en mi proceso de escritura, que fueron la profesora Martha Fajardo, el profesor Libardo Vargas Celemín y mi esposa Jeimmy Quimbayo. Me siento agradecido con ellos.

E.O: ¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poesía?

DM: No sé si exactamente la poesía tenga un fin. De pronto lo que busca un autor es que se conozca su obra y reflexionar sobre su medio.

Ahí quizá haya una diferencia con la poesía tradicional, que está centrada en la emoción y el sentimiento. La poesía contemporánea reflexiona, filosofa, profetiza.

Montoya escribe poesía, pero también ha participado en antologías de microcuento. Este, si tiene interés, es uno de ellos:

“Cansada de nuestros fracasos escolares, la profesora decidió demostrarnos que la culpa no era suya. Llevó a clase un león y lo hizo sentar enfrente de todos. La profesora nos explicó que ella le había enseñado a leer y escribir.

Le pasó una hoja y él, manso y decente en sus gestos, leyó en voz alta, en perfecto español y con un tono lírico que nos estremeció. Apenas terminó, la profesora le pasó una evaluación, que él contestó rápidamente. Ella la calificó delante de todos y las respuestas eran perfectas.

Yo me levanté de la silla, aplaudí y solté un fuerte rugido de entusiasmo desde el fondo del vientre, como nos había enseñado la profesora. El león bajó la cabeza y agachó las orejas, asustado, como si jamás hubiera oído un ruido semejante”.

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