Falacias disfrazadas de erudición: a propósito de una columna de Wiliam Ospina
He leído dos columnas, la de Moisés Wasserman, exrector de la Universidad Nacional, y la del escritor Wiliam Ospina, a propósito del debate surgido por el libro de Fernando Vallejo, titulado “Las Bolas de Cavendish”, en que al parecer hace una crítica severa a la ciencia –en especial a la física- y a los científicos.
Reconozco que no he leído el libro de Vallejo, y no pienso hacerlo. Si quisiera saber un poco más de física, preferíría leer un texto de Hawking o algún otro divulgador serio.
Creo que, básicamente, lo que dice Ospina en su columna es una falacia y una tontería. Es cierto que no se debe idealizar a los científicos. Es cierto también que, como en todo ámbito social en el que hagan presencia seres humanos –y más de esta época- en el mundo científico hay muchas mezquindades y no solo el intento desinteresado por rebatir una tesis ampliamente aceptada, solo por “amor al conocimiento”.
Pero el punto central de Wasserman no es ese. De hecho, es Ospina quien tira la piedra al denunciar la arrogancia de los científicos, en un claro ejemplo de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio (¿puede existir gente más arrogante, engreída y egocéntrica que muchos poetas y escritores?), pues si algo caracteriza infortunadamene a ese mundo intelectual son las rencillas, los odios, las mezquindades y toda una amalgama que conforma el juego de sus vanidades.
Pero insisto, ese no es el punto de Wasserman. Lo que quiere plantear el exrector es un debate epistemológico, en el que vuelve trizas la demagogia del escritor. Ospina, por el contrario, hace un llamado caprichoso a rebelarse contra lo que durante años ha construido una gran cantidad de científicos serios que, más allá de sus vanidades, han realizado aportes innegables al desarrollo de la humanidad.
Tal llamado me parece reaccionario. Pienso por ejemplo en el debate sobre el referendo para prohibir la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo, celebrado recientemente en la cámara de representantes. Un congresista dijo: “Yo aquí no voy a tener en cuenta para mi intervención lo que dice la ciencia, ni la comunidad científica en general, ni lo que dice la constitución y la ley, sino lo que dice la biblia”. Me parece que lo que hace Ospina es algo parecido, o por lo menos invita a hacerlo.
Ospina monta una falsa disyuntiva entre ciencia y poesía, entre rigor y creatividad, desconociendo que muchos avances científicos fueron actos puros de creatividad e ingenio, así tales actos fuesen formulados en “aburridas” ecuaciones matemáticas. Parece que para Ospina la creatividad es solo escribir que los ríos cantan y las piedras sienten, y cosas por el estilo. Es decir, que la creatividad es solo virtud de los poetas.
Además de reaccionaria, la postura de Ospina es irresponsable. Si hay algo a lo que como profesor me he visto enfrentado algunas veces, enseñando en el área de ciencias sociales y humanas, es a la irracionalidad que a veces caracteriza a muchos integrantes de la comunidad académica, quienes embebidos por el todo vale intelectual del posmodernismo, piensan que pueden decir cualquier cosa por contraevidente que sea y que su argumento debe ser tomado en serio. Así, la autosuficiencia y autorreferenciación como fuente del conocimiento se elevan como verdad.
Hay gente a la que le encanta decir que las cosas caen hacia arriba solo por el capricho infantil de llevar la contraria y no con la intención de llevar a cabo un debate razonado y enriquecedor.