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Cuando faltaban apenas dos minutos para que se terminara el miércoles pasado, los desvelados que -erradamente- se refugian en el tuiter para tratar de conciliar el sueño, quedaron más despiertos que de costumbre apenas leyeron el lanzamiento de una particular iniciativa en esa red: 

“Señor empresario, comerciante, empleador. Desde hoy iniciamos con la campaña #DespideUnMamerto Investigar las redes sociales previa contratación.”. El mensaje de Jaime Arturo Restrepo, dueño de la cuenta @_El_Patriota_ llevaba 1.607 retuits hasta ayer.

El jueves en la mañana, la campaña arreció: “Señor empresario, comerciante, empleador, como la mamertada insiste en la lucha de clases y celebra la privación de la libertad para Uribe, usted es libre de darles trabajo. Qué Petro, Gustavo Bolívar y Timochenco los contraten en sus empresas. #DespideUnMamerto”.

Cuando lo miré llevaba 1.490 respuestas, algunas ampliando la propuesta: “La campaña también se debe hacer con el tema de las emisoras, hay que retirar las pautas publicitarias, así callamos a todos esos mamertos en las emisoras, son todos de izquierda. #DespideUnMamerto”.

A la etiqueta le salieron miles de seguidores, eso sí, creo que muy pocos empresarios. Los fanáticos -siempre tan creativos- lanzaron ideas por doquier para identificar mamertos: que les revisaran las redes, que por cómo vestían, que si olían mal, que lo que comían, que el pelo largo, que la mochila. En fin, unas genialidades de concurso.

Y varios anunciaron haber aplicado la campaña de inmediato: yo despedí a 7, dijo uno. Otro contó que un empleado se burló en su cara de la suerte de Uribe y que lo despidió en el acto. Y Así. Historias que a algunos les pueden resultar tan imaginativas como fantásticas.

Porque en tuiter, ¿quién no tiene empresa? ¿Quién no va de vacaciones a lugares que nunca soñó? ¿Quién no duerme con la mujer de sus sueños? ¿Quién no despide mamertos de sus fábricas?

Como @jotaorozco183, que escribió ayer: “Mi tío que tiene una empresa, empezó a ver los perfiles en las redes sociales de sus empleados y adiven qué..? Si señores había infiltrados mamertos y casi guerrilleros, ya no les renovará los contratos a 20 de ellos. La izmierda, despertaron un león dormido #despideaunmamerto”. (sic). En todo caso, se equivocó de etiqueta.

El término mamerto es producto de una extraña fusión entre la colombianísima palabra “mamarse” (desistir de algo) y la terminación de nombres como Alberto, Gilberto o Filiberto, justamente los de algunos líderes del Partido Comunista Colombiano de los años 60.

Según el profesor Jorge Hernán Arbeláez, en su blog “En armonía con Cervantes”, izquierdistas radicales acusaron al líder del PCC Gilberto Vieira, de haberse “mamado” de hacer la revolución, pues éste creía que el país no estaba listo aún para esa aventura. Principio de mamado y final de Gilberto, pues da mamerto. Y así se quedó.

Cómo serían de radicales esos izquierdistas que acusaban a los comunistas de blanditos.

Y justo cuando pensábamos que era cosa de un lado, apareció el otro.

Pasado el medio día del jueves, cuando estaba en furor #DespideUnMamerto apareció un nuevo hashtag, pregonando lo mismo pero en sentido contrario: “Soy empresario, genero empleo e impuestos, respeto la propiedad privada y la libre empresa. Pero si el Uribismo empieza una cacería de brujas con #DespideUnMamerto, me ofrezco 24/7 a encabezar una feroz campaña para q millones #NoCompreAEmpresariosUribistas Hagámonos pasito”. 31.900 Me gusta. Un hit.

Su creador fue el senador Gustavo Bolívar, exitoso empresario y además reconocido libretista de populares series de televisión. Enardecido por la agraviante campaña digital, decidió apagar el fuego con gasolina. Su tuit terminó dándole vida a la campaña antagonista, que encontró un rival de su mismo nivel, definido en 280 caracteres. Fue mala idea.

Acá también hubo genios apoyando la etiqueta: que pongan la lista de las empresas y empezamos ya, respondió uno por ahí. Me llamó la atención que en uno de esos listados estaba Ecopetrol y Cerrejón, como si uno fuera a la tienda y pidiera dos frascos de petróleo y 3 libras de carbón.

No saben ni lo que escriben. Ni lo que piden. Ni lo que quieren. Parecen borregos, los seguidores de este hashtag y los del otro. Porque, que quede claro, el problema no son los creativos de las etiquetas. El problema es que hay miles y miles que las apoyan, que las toman como propias, que las defienden.

Usted, amigo borrego, que juega ese juego de odio, de rabia, de desesperanza, de segregación, de discriminación, de superioridad moral, borrego en su máxima expresión, que sigue por seguir, que no cuestiona, que va de aquí para allá andando un camino que ni siquiera es suyo, el que le tienen demarcado para ir y venir, con anteojeras de caballo, feliz porque cree que avanza, sin darse cuenta de que -en realidad- se está hundiendo.

Aparecieron los hashtags y en seguida los borregos se soltaron a redactar. Por la mañana escriben como si fueran grandes empresarios que despiden mamertos por docenas y -fijo- están desempleados. Porque si estuvieran trabajando no tendrían tiempo para decir tanta bobada. 

Y por la tarde juegan al boicot económico, como si dejando de comprar lo del almuerzo en la tienda fueran a revertir el orden mundial. Qué falta de oficio, por Dios.

¿Acaso hay alguna diferencia entre los seguidores del #NoCompreAEmpresariosUribistas y los del #DespideUnMamerto?

¿No son, acaso, los mismos incendiarios de siempre? ¿Bodegueros, tal vez? ¿Dedicados a buscar el caos del país? Porque se puede lograr un mayor caos en este país. Miren a Venezuela, destruida, sin producción, sin atención médica, sin luz. Es que ni muertos por coronavirus hay.

Piénsenlo bien, ¿el problema es quien propone las causas?

¿O los borregazos que las siguen? ¿Que las multiplican? ¿Que las promueven?

Despierten borregos, sálganse del redil, reaccionen, piensen un poquito, intenten dar un siguiente paso, denle una vuelta a la idea, aunque sea media. Y entonces, ahí sí, tuitien. Y retuitien.

O de lo contrario, es muy posible que terminen como columnista recién aparecido, escribiendo cualquier bobada. Ya hasta parezco borrego. ¡Beee!

 

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