fbpx Cachetadas | ELOLFATO.COM - Noticias de Ibagué y Tolima Pasar al contenido principal

Supongo que ya vieron el video. Y si no, háganse un favor: entren a @alfredoredes2 en instagram y tómense 2 minutos y 5 segundos. Se llama “Campaña para el uso correcto del tapaboca”, así, en singular. De paso, se olvidan por un momento de este país dedicado a seguir en vivo y en directo la discusión sobre si un expresidente se defiende desde la finca-prisión o no porque, hay que decirlo, no decidían si era culpable o inocente sino su libertad.

El video se regó como pólvora. En menos de una hora ya tenía 500 reproducciones y en medio día alcanzó un millón. Todo un hit virtual de un muchachito cartagenero que -por ahora- se gana la vida colgando telebromas -buenas y malas- en sus redes.

Un joven se acerca a otro que está en la calle, sin el tapabocas debidamente puesto, lo invita a ubicarlo sobre boca y nariz y ante la duda del sorprendido, le suelta tremenda cachetada que deja medio atontado al infractor.

De inmediato, quienes ven la sorpresiva escena -y no tienen puesto el tapabocas- se mandan la mano al artefacto y -en un acto reflejo- lo ubican veloz y correctamente mientras observan de reojo al energúmeno insistiéndole al cacheteado que se ponga el tapabocas.

Además del ostensible miedo que se apodera de los desprevenidos que no usaban correctamente el adminículo, lo increíble del video es que la singular escena se repite no una ni dos ni tres veces, sino ocho. Ocho veces el hombre se acerca al mismo tipo -en diferentes puntos de La Heroica- y ocho veces le mete tremendo cachetadón con tantas ganas que a muchos lo que les produce es risa nerviosa, o a algunos angustia, y a unos pocos, rabia.

Los 15 minutos de fama a los que cada mortal tiene derecho, comenzaron a tomar forma para Eduardo Ferrer Almanza la noche anterior al suceso. No podía dormir. Daba vueltas y vueltas en su cama de la humilde casa del barrio El Educador, al puro sur de Cartagena, por allá donde no va el turista.

De pronto, la idea se dibujó en su mente y al otro día -muy temprano- reunió al equipo, repartió los papeles y salieron a grabar al Paseo de la Castellana, Santa Lucía y el Parque Heredia.

Apenas tiene 22 años. Estudió Operación de Plantas Petroquímicas pero retomó su camino como creador de contenidos digitales y decidió enfocarse en las entrevistas express y las bromas a desconocidos.

Cuando yo subí el video a facebook tenía 27 mil seguidores, el viernes por la noche, a las 7 y 50. En 14 horas cogió un millón de reproducciones”, me dijo emocionado, como si hubiera vendido un millón de copias de algún disco. Claro que eso ya no existe.

Lo subió a sus redes y nada lo detuvo. La alcaldesa de Bogotá Claudia López lo puso en su tuiter recomendándolo como divertido recordatorio del uso correcto del tapabocas. El cantante Yandel, el DJ Luian y hasta Ricky Martin lo publicaron en sus redes y al final lo terminaron viendo millones de personas.

Pero me parece que hay un gran olvido. El del silencioso protagonista del éxito visual, que soportó -sereno- más de 20 cachetadas en menos de 2 horas, sin que se reconozca debidamente su valentía.

Se llama Jesús David Cuello, tiene 26 años y no la ha tenido fácil. “Mi mamá siempre me ha ayudado pero créeme, soy una persona luchadora, me gano la vida en lo que salga. Cuando tenía 9 años vendía papitas fritas o boletas de rifas. Después fui carretillero en Bazurto (el principal mercado de la ciudad) y antes de graduarme del colegio lavaba motos. Y con esa plata me alquilé mi vestido pa’l grado”.

Cuando Eduardo lo llamó para invitarlo a grabar, Jesús -artísticamente conocido como @zurditoking no lo dudó un instante: “El papel tuyo es el de recibir las gaznatadas. Nosotros nos pusimos a discutir entre risas, yo le propuse que cambiáramos, que yo hacía de entrevistador, pero él dijo que no. Entonces, vamos palante”.

Estudió Mantenimiento de Computadores pero sueña con ser actor. Anda buscando trabajo en lo que sea. Espera que el alcalde o un empresario le den una oportunidad en lo que salga, que se pueda ganar un mínimo. “Yo digo que me dieron como unas 20 cachetadas, pero yo sentí que eran más”.

Me parece realmente meritorio. ¿A quién de Ustedes le han dado cinco o diez cachetadas en menos de dos horas, sin poder defenderse, sin responderlas, sin justificación alguna más allá de un trabajo actoral que nadie reconoce, que nadie destaca, que nadie nombra?

Porque sí, claro, el creador del proyecto es Eduardo. Sí, la fama le sonríe. Lo tiene bien merecido.

Pero… ¿Y el cacheteado? El cacheteado, ¿qué? ¿Él no merecería también un reconocimiento? Piénsenlo bien. ¿Ese video sería igual de llamativo y se habría hecho tan viral sin el cachete izquierdo de este pichón de actor que soportó -una y otra vez- 8 humillaciones públicas y al menos 10 más de escenas que no se publicaron pero que sí se grabaron?

¿No han sido alguna vez en la vida, el pobre cacheteado? ¿No han puesto lo mejor de sí para una causa y al final nadie lo reconoce? ¿No han trabajado silenciosos, aguantando golpes de la vida, o cachetadas, y al final solo la satisfacción del deber cumplido? ¿No estaría bien que la vida también reconociera esos anónimos esfuerzos?

¡Qué sería del Quijote sin su Sancho, de Batman sin el Joven Maravilla, de Jerry sin Tom, del correcaminos sin el coyote!

Pues el coyote acá es @zurditoking que soportó una y otra vez el golpe, impertérrito, firme, valiente. Es justo también hacerle su reconocimiento. ¿O les parece fácil mamarse 20 cachetadas en 2 horas solo para que los colombianos tomen conciencia de ponerse bien el tapabocas?

Me acordé de De Niro y Pesci en El Toro Salvaje, en una intensa escena donde el primero interpreta a Jake La Mota y el segundo a su hermano, y bofetadas van y vienen en un extraño rito de amor fraterno propuesto por el paraonico boxeador e interpretado de forma tan magistral que hasta le dieron un Óscar.

20 cachetadas en dos horas solo para que un país tome conciencia. Y todo a cambio de nada. Eso es Colombia, tal vez el lugar del mundo que con más juicio aplica la cristiana recomendación de poner la otra mejilla. Así cada golpe termine en risa.

 

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