Hace unos días me encontraba en la droguería y se acercó una señora de unos 60 años, y le preguntó a la farmacéutica si ahí “vendían el remedio para el Covid que recomendó Natalia París”. La joven que atendía, le dijo tajantemente que no tenía idea de las recomedaciones de la modelo. Por mi parte, al principio pensé que era una broma, por lo que me quedé observándola detenidamente, y no pude evitar meterme en la conversación.
Le dije que no era cierto que el dióxido de cloro funcionara para “curar” la COVID-19, que si bien existen algunas posturas que defienden su efectividad, hace ya varios meses la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, en inglés) dijo que no existe evidencia científica que apoye su seguridad o eficacia, y que por el contrario “presenta riesgos considerables a la salud de los pacientes, pues beber esta mezcla ya ha causado efectos secundarios graves y potencialmente mortales", y que además, la Superintendencia de Industria y Comercio la instó a borrar la publicación donde hizo la afirmación.
La señora, me miró incrédula y me dijo “es que ella lo dijo, y pues debe ser verdad pues es Natalia París. Será que lo que usted me dice señor es verdad, ¿está seguro?” Yo le dije, “mí señora, usted verá, pero le recomiendo que no lo haga”. Me volvió a mirar y se fue bastante incrédula.
Así como a ella, a cuántas personas les habrá hecho eco las “recomendaciones” de París. Estos “influenciadores” deberían tener claro como pueden afectar de una u otra manera con sus afirmaciones o acciones a una sociedad ávida de desconocimiento y falta de información.
En la tarea de indagar sobre este tema, descubrí un estudio de la Universidad de Glasgow, en Escocia, donde evidenciaron que, luego de analizar los perfiles de los 14 influenciadores más populares que promueven una vida aparentemente saludable en Reino Unido, solo uno de cada nueve cumplía con criterios necesarios: basarse en una evidencia científica, tener conocimientos nutricionales, ser de confianza, imparcial y transparente.
Según el portal MedHub, existen tres tipos de influencers: Líderes de opinión, quienes son altamente creíbles e independientes, recomiendan un producto o hacen referencias positivas sin contratos de por medio; Celebrities, personajes públicos, mediáticos y con un alto número de seguidores que realizan menciones de una marca bajo previo contrato publicitario y pago; y los Gurús, profesionales especializados en temáticas de nicho y con una formación adecuada que les otorga credibilidad.
El problema está en que nos encontramos en medio de una sociedad que prefiera la recomendación de sus líderes de opinión y celebrities, usuarios que son altamente creíbles, mediáticos y con un alto número de seguidores, pero fundamentalmente, con un alto grado de desconocimiento de muchos de los temas que publicitan. Además, los pocos Gurús que existen en la red son prácticamente ignorados por el mundo de los likes.
En medio de este mundo cargado de exceso de información, donde sobresalen las fakes news y son admirados los generadores de contenido vacíos de realidad y análisis, se hace necesario que dudemos más que nunca de a quiénes les damos el voto de la credibilidad y que nos preguntemos ¿a qué tipos de líderes de opinión o “expertos” les damos el voto de credibilidad?