Estamos ad portas de iniciar una campaña electoral en la que rodará publicidad a lo largo y ancho del país. Vendrán los de siempre a proponer el cambio al que se oponen y se opondrán. Vendrán quienes quieren de verdad un cambio, sin prepararse para dar la batalla que, por eso, suelen perder, para entregarse a un sistema político superior a ellos, que los destruye o los amanza.
Cuánta razón tenía Malcolm Deas cuando recordaba que en Colombia la clase dirigente no dirige, la clase empresarial no cree realmente en la empresa y la competencia, y la clase política tiene un muy limitado sentido de lo que es realmente la política.
Sola una de cada dos personas en Colombia decide ir a expresar algo, lo que sea, mediante el voto. De hecho, poco tiempo después de depositarlo ya ni saben qué fue lo que hicieron o por quién votaron. Los partidos se quedaron en lo mínimo. Como diría Sartori, no son más que grupos de personas que se organizan para acceder al poder público a través de elecciones, pare de contar.
Hace dos años estaban enfrentados por un plebiscito para decir SI o NO a un acuerdo de paz. Se gritaron y acusaron de todo. Hasta puños y patadas se dieron y el país quedó en un estado de polarización donde en los almuerzos era mejor hablar de la novela o de fútbol, para evitar un zafarrancho. Hoy, les importa buscar el poder local como sea y cualquier diferencia política queda superada frente al botín que esperan repartirse.
Decirse conservador o liberal ya es lo de menos. Muy pocos tenemos claro lo que implica lo uno o lo otro. Ya se trata solo de un aval o de dos, o de tres o de los que sea. En últimas todos quieren salir en la foto y en el tarjetón. Uno ya no sabe si se trata de opciones para elegir alcalde, o anuncios de una fiesta con muchos patrocinadores.
A fin de cuentas la política en Colombia es eso: un gran festín donde se beben lo que al otro día algunos tienen que pagar. Esos algunos son la mayoría de colombianas que de sol a sol hacen hasta lo imposible por sobrevivir y enfrentar un estado que pretende regular todo, cobrar por todo y frenar todo aquello que vaya en la vía de la libertad social.
Prepárense para lo que viene. Alisten su mejor pinta y sonrisa. En Colombia eso es mejor que decir la verdad. Callen, eviten pensar, duerman y coman y sientan que eso es vida. Acepten el miedo que paraliza y asuman el placer como felicidad y listo. Que Viva Colombia, que viva la patria y que sigan los mismos con las mismas. Adiós Adiós.