Expertos recomiendan el ejercicio como terapia para prevenir y tratar enfermedades no transmisibles

“Cuando se habla del ejercicio físico como herramienta terapéutica es muy importante entender que los mejores beneficios se logran si se sigue un plan de ejercicio físico estructurado según nuestras condiciones individuales de salud y los requerimientos que tengamos en cuanto a la condición física de base y el avance de las patologías”.

Así lo señala la doctora en Ciencias - Biología Érica Mancera, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien explica que el conocimiento de la individualidad, los niveles de tolerancia, el gusto y la motivación, son algunos de los principios a tener en cuenta cuando una persona con enfermedades crónicas no trasmisibles adopta el ejercicio físico como herramienta terapéutica.

También recomienda alternar los diferentes componentes, como trabajos de coordinación y de flexibilidad, entre otros, que ayuden a mejorar la salud del paciente, que además de proporcionarle una mayor variedad en las rutinas, lo estimulará y mejorará su condición.

La docente es clara en sugerir que antes de empezar cualquier rutina se debe realizar un examen médico riguroso según la condición de salud de la persona y su edad, ya que a mayor edad, mayor es el riesgo de aparición de las enfermedades.

Manejo personalizado

La prescripción del ejercicio físico en determinadas condiciones de salud requiere de conocimiento sobre cómo este puede modificar –fisiológica y molecularmente– muchos aspectos del organismo, para producir un efecto favorable.

Por eso los pacientes deben tener la asesoría integral de un equipo interdisciplinar que evalúe y considere distintos aspectos de la enfermedad; cuando esto está entendido, se integra para planificar el ejercicio en términos de la frecuencia, duración, intensidad y qué tipo de estímulo necesita (si es aeróbico o de fuerza).

Intensidad moderada

Los ejercicios aeróbicos se realizan por más tiempo y la energía para esta actividad se obtiene a partir de las vías oxidativas, ya que usan oxígeno.

Por el contrario, los ejercicios anaeróbicos (de mayor intensidad) son de menor duración y la energía se obtiene a partir de vías no aeróbicas, pues no se requiere oxígeno para producirla.

Por ejemplo, en una persona con hipertensión arterial lo ideal es que se busque un efecto hipotensor del ejercicio, que se logra con ejercicio físico aeróbico.

Según la evidencia científica y literaria, la realización de ejercicio físico aeróbico, incluso de corta duración, puede tener efectos a largo plazo sobre la presión arterial por el efecto hipotensor, ya que al finalizar el ejercicio la presión arterial disminuye.

Estos pacientes deberían trabajar intensidades moderadas (de 5-7 en una escala de 1-10), de modo que con el tiempo pueda mantener la actividad aeróbica.

Por su parte, en las personas con diabetes es importante entrenar la fuerza, ya que las contracciones musculares van a producir una entrada o facilitar la utilización de la glucosa por el músculo por vías independientes de la insulina y eso va a mejorar el metabolismo.

En el caso de la hiperlipidemia el ejercicio físico aeróbico es importante, en especial su duración. En estos casos es necesario activar las vías que utilizan las grasas, para lo cual se requiere de ejercicios físicos aeróbicos de larga duración con intensidades mínimas que permitan activar ciertas hormonas como las catecolaminas y el cortisol, entre otras, que van a promover la utilización de ácidos grasos libres.

Por último, la profesora Mancera aclara que todo lo que se gane con el ejercicio físico se puede revertir, por lo tanto, si una persona hipertensa logra controlar su presión arterial con el ejercicio y lo abandona, se puede volver a presentar la condición.

Por eso, para asegurar buena salud, calidad de vida y bienestar, es ideal que el ejercicio se convierta en un hábito de por vida.