Niños perdidos: otra deuda con Armero
Es un ritual común. Una madre se acerca a la Fundación Armando Armero con la foto de su hijo, con el anhelo por encontrarlo después de décadas y con el precedente de que por años en otros lugares su historia no ha sido escuchada. En estas madres, padres, tíos, hermanos que se acercan a pedir ayuda hay llanto, hay duelo, pero también hay un alivio: alguien les cree y trabaja para lograr un reencuentro.
Hace ocho años Francisco Gonzáles, director de la Fundación, escuchó incrédulo la historia de madres que le aseguraban que sus hijos se habían perdido en la tragedia de Armero el 13 de noviembre de 1985, que creían que estaban vivos y que querían encontrarlos. “Al principio pensaba que esto era imposible, cómo así que se le perdió un hijo después de 27 años y que cree que está vivo”, cuenta Gonzáles.
Hoy la Fundación tienen 501 expedientes de niños perdidos, 4 casos de reencuentros y 67 adoptados que buscan a sus padres. Algunos casos surgieron porque los padres, sobrevivientes a la catástrofe, reconocieron a sus hijos en fotos en periódicos, en videos de medios de comunicación o por el testimonio de otro sobreviviente que los identificó.
Leopoldo Guevara, uno de los rescatistas de la Defensa Civil de Venadillo, recuerda que en la época hubo mucha improvisación frente a la gestión de la tragedia. Los niños rescatados, aturdidos y pidiendo a sus madres, fueron llevados a diferentes clínicas y albergues para ser limpiados y atendidos. Recuerda que no había un protocolo claro para la custodia de los niños.
Francisco Gonzáles explica que hubo muchas razones para que los menores, sin saber si tenía familiares vivos, hayan terminado en adopción. La principal: “La falta de un protocolo de rescate y tenencia de menores donde hay un desastre natural”, explica. En este caso, fue el Instituto Colombiano para el Bienestar Familiar, ICBF, el que no cumplió con un protocolo estricto para la entrega de niños.
Agrega que la misma sociedad civil se quedó con menores y los llevó a sus casas, que gente de la zona acogió niñas de 12, 13 años y las dejó como empleadas del servicio. El desorden fue tal, comenta, que hubo niños perdidos en Bogotá que quedaron clasificados como de Armero.
También hubo personas que llegaron al sitio de desastre para escoger niños que salían del lodo y adoptarlos, continúa Gonzáles: “Las mismas leyes de la época permitían que adoptaran niños muy rápido, mientras que los padres estaban en los hospitales recuperándose de las heridas. Cuando salieron a buscar a estos menores les decían que estaban en tal albergue, iban en ese viacrucis y los niños no aparecían”.
Hay pruebas de la supervivencia de estos niños en videos de la época, hay un banco de ADN donado por el genetista Emile Yune, hoy fallecido, y su hijo Juan, quien siguió respaldando el proyecto. Hay familias esperando milagros para reencontrarse con sus hijos, sobrinos y también hay persona adoptadas que quieren conocer su origen.
El proyecto de investigación se ha mantenido a flote por el compromiso de Francisco Gonzáles, originario de Armero y quien perdió a su padre y a su hermano en la tragedia. Él es investigador, mensajero, jefe de prensa y hasta community manager de la Fundación. Según el presupuesto que tenga integra analistas de datos que le ayuden a sistematizar décadas de investigación.
Nunca ha tenido apoyo estatal, la academia tampoco hace presencia. Él trabaja por el compromiso que siente: “los proyectos funcionan si existen lo profesional y lo emocional, yo llegué de España hace muchos años de hacer una maestría y siempre tenía esa idea de recuperar la memoria histórica de Armero.”, desde entonces trabaja para que haya un poco de descanso en las familias que crecieron separadas por la tragedia natural y la negligencia humana.