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Ladrones roban cadáveres en el desaparecido Armero para venderlos a brujos

Una investigación internacional halló que las falanges son las piezas más apetecidas por los delincuentes. Ya no queda ninguna en el cementerio.
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Autor: Juan Esteban Leguízamo
Autor:
Juan Esteban Leguízamo
Ladrones roban cadáveres en el desaparecido Armero para venderlos a brujos
Foto: El País España

Un mercado ilegal de cadáveres hay en el desaparecido pueblo de Armero: ladrones profanan tumbas y saquean lo que queda de algunos cuerpos para venderlos a brujos y sus maleficios.

Esa es la denuncia que hizo un reportaje de El País, un importante medio de comunicación español que puso sus ojos en este lado del mundo para contar una realidad que parece ficción. 

“No hay epitafios, ni velas ni flores. Solo quedan partes de cráneos, fémures, cabellos, brazos y el tronco de lo que, parece, algún día fue un hombre. Huesos y más huesos. Retazos de ataúdes, jirones de sudarios y paños mortuorios. Un cementerio sin cadáveres ni nadie que los llore”, explicó el medio español.

Restos humanos dentro de una de las tumbas profanadas

Pero ese robo, aparte de ladrones, también tiene otro responsable: el abandono estatal.

“La lava se llevó sus vidas y la dejadez de las autoridades se ha robado sus muertes. José Antonio Rubio es sobreviviente de la tragedia y ha denunciado la profanación del cementerio, pero nadie le ha escuchado”, dijo la autora del reportaje.

Y agregó: “su mortificación es que ninguna autoridad haya velado por preservar lo que quedó de Armero, lo único que quedó de Armero. Él mismo ha encontrado gente escarbando las tumbas”.

Y no solo gente, sino también los objetos de sus rituales: velas, espejos, huesos con agujas, un ángel con las manos mutiladas en un sepulcro. Hay escombros, no de la erupción del volcán, sino de las ceremonias de brujería.

“Un día fui al cementerio y encontré el cuerpo de una dama, tenía interiores y sostén. Lo recogí y lo metí a la bóveda. Volví como a los siete días y ya estaba otra vez afuera, le habían quitado los interiores y el sostén. Esos son rituales que vienen a hacer constantemente”, indicó José Antonio Rubio.

José Antonio Rubio, el sobreviviente

A él no le da miedo cargar en sus brazos y devolver los cadáveres que encuentra tirados en el suelo, según aseguró, pero sí le espanta tocar alguno de los hechizos de brujería. El día que lo hizo, dijo, se enfermó.

El robo de cuerpos para usarlos como maleficio no es nuevo. Las falanges han sido las partes más apetecidas por los ladrones, en el cementerio ya no queda ninguna.

“Día tras día vienen a robarse hasta un pedacito de varilla. Aquí todo el mundo viene a desbaratar. Las cosas que deja la gente se las roban en un momentico. En pleno día vienen a hacer brujería”, relató.

Pero falta más. Esta situación se ha vuelto tan insólita que una vez encontró a un hombre buscando entre las tumbas la brujería que sospechaba le habían realizado.

“Hace poco se encontró a un hombre cavando con un azadón. Paisano, ¿qué está haciendo ahí?, le preguntó. Y él respondió: aquí, buscando un entierro, porque me tienen jodido”, afirmó el reportaje.

Luego añadió: “José Antonio acompañó al extraño hasta que encontró el trabajo de brujería que le habían hecho. Los chamanes esconden bajo tierra los hechizos buenos o malos que le hacen a las personas”.

Es así que, a unos 90 kilómetros de Ibagué, se asoma un realismo mágico como sacado de los cuentos de García Márquez. Lo irreal y lo cotidiano se funden en un pueblo que ni siquiera tiene derecho a estar en ruinas.

“No se nota esfuerzo alguno por preservar las ruinas, a pesar de una valla que señala que el lugar fue declarado patrimonio. A Armero se lo tragó el lodo, y lo poco que quedó se lo comen la maleza y la desidia de los gobiernos. Ya no hay ni muertos”, sentenció la autora.

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