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¿Por qué normalizamos la violencia contra las mujeres en la música?

Imagina que llegas a tu sitio favorito de siempre a cantar, bailar y gozar. De repente suena un merengue de esos que, por la melodía, te levanta de la silla al instante. En esta ocasión, al fondo se escucha la popular canción: ‘Te compro a tu novia’. 

Empiezas el baile y te encuentras tarareando la letra, algo como: “es buena y adinerada, no cela nunca por nada y sabe hacerlo todo en la casa, no sale ni a la esquina, no habla con la vecina, no gasta y economiza y todo lo resuelve tranquila”. 

Algo en una se remueve, al escuchar que la melodía normaliza un mensaje, y ese mensaje te cala hasta los huesos. 

Así pasa canción tras canción, populares y familiares, todas con un mensaje de fondo. En una misma noche suena: “la culpa fue tuya” y todos a grito herido cantan: “ay, yo sé bien que te he sido infiel, pero en el hombre casi no se nota, pero es triste que lo haga una mujer, porque pierde valor y muchas cosas”. Parece divertido entonarla, pero el mensaje no puede ser más misógino

Luego te aparece otra más movidita, que dice: “te dejé, te dejé por loca, por mala, porque un solo dueño no alcanza pa' tu corazón, ay porque jugaste con mi vida, mi alma y mi buena fe, ay porque jugaste con mi orgullo, por eso es que te dejé”. 

Como quien dice: no se puede dejar a quien ya no se quiere, porque estás loca y eres mala… a estas alturas no sabes si estás mareada con las vueltas del baile o con tener que escuchar lo mala y loca que estás sin serlo o sin estarlo.

El DJ del sitio en el que estás, se precia de seguir en la misma onda y aparece aquella canción que dice: “lo ajeno es de su dueño, y mi negra es de su negro, cada quien con su mazorca y la mía no me la toca, el que enamore a mi mujer, yo le enamoro la de él, pa' ver si le va a gustar, pa’ que sepa que lo ajeno se respeta”. 

Y con esta canción se piensa que la mujer es una propiedad privada y un trofeo de los hombres.

No digo lo que sigue en reguetón, canciones cargadas de mensajes denigrantes, entre muchas otras, pero fácilmente suena: La grupi, Cuatro babys, Perra, Contra la pared, El nalgazo, En la cama, Eso en cuatro no se ve, etc. 

Las emociones merecen ser cantadas, pero no se puede normalizar con letras denigrantes. El mensaje cala, se instala, se queda entre nosotras, en el recuerdo de nuestras hijas e hijos, sin advertirlo, y creamos un escenario en que las mujeres quedan a merced de acciones violentas. Somos lo que escuchamos, lo que vemos, lo que leemos, lo que cantamos y al final todo ello junto nos hace tomar decisiones

El viaje al crimen del feminicidio no empieza en la noche en que una mujer muere, empieza desde el momento en que hacemos parte de un mensaje de propiedad, un mensaje de subestimación.

Empieza cuando en fechas como estas tarareamos el ron de vinola, bajo el pretexto de que es diciembre, y terminamos con el mensaje: “mi compadre Lorencito tiene una mujer maluca, viéndola por debajito como me gusta, me gusta”. 

Por eso la propuesta de la vicepresidenta no es descabellada en invitar a “suscribir un pacto que incluya diversos compromisos para la promoción de los derechos de las mujeres en la música y prevención de la violencia en su contra”. Que sea un propósito en tu nuevo año desnormalizar la violencia contra la mujer, empezando por la música y el lenguaje.

 

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