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Para no tener que alejarse de su hija, Isabel creó su propia empresa en Payandé

Historias
Autor: Redacción Ibagué
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Redacción Ibagué

Tamarindo, lulo, uva, gulupa, maracuyá, café o licor. Estos son algunos de los 30 rellenos de los chocolates caseros que Isabel Mejía ha desarrollado en su empresa Isahira. La especialidad de su producto no va solo por dentro, porque ella encontró la forma de innovar su producto al ofrecerlos en unas especiales cajas de madera decoradas a mano para completar un detalle que deleita desde los ojos.

Ella nunca planeó que este fuera su trabajo, pero al terminar su carrera de Negocios Internacionales, lo único que tenía claro es que no quería buscar empleo en otra ciudad para volver a tener que separarse de su hija, a quien tuvo que dejar en Payandé mientras realizaba su carrera profesional.

Con ofertas laborales en Bogotá y Cartagena, Isabel decidió esperar mientras conseguía un trabajo que se acomodara a sus necesidades. Pero siendo madre soltera, no podía permitirse estar mucho tiempo sin ingresos, así que comenzó a vender chocolates en un café internet con una amiga. (Ver: Las mujeres de Payandé que construyen viviendas y parques ecológicos)

Poco a poco fue viendo que esto le daba un buen ingreso y sus productos se hicieron populares en su pueblo, aunque al principio eran solo chocolates sencillos. Un día, tenía unos lulos en la casa y se le ocurrió cocinar una mermelada con esta fruta para rellenarlos y aquí todo cambió.

Con los chocolates ahora con su toque secreto, fue que Cemex conoció su emprendimiento, y le ayudó a sacar su marca adelante. Principalmente dándole la idea de empacar su producto de una manera más atractiva.

“Cuando empecé con las cajitas fue que Cemex me hizo un pedido para unas personas que venían del extranjero y me dijeron: ‘Nos gustan los chocolates, pero la presentación no es tan bonita’”, cuenta.

Desde ese momento trabajó para que su producto se viera cada vez más atractivo y sabroso. Entonces, cambió el chocolate por uno más amargo, lo empezó a pintar de dorado y a decorar con diferentes colores. Asimismo, las cajas se volvieron su insignia al ser empaques personalizados. (Ver: Luego de sufrir un accidente, Sandra encontró en el arte una nueva oportunidad)

Lo curioso es que yo no tomé ningún curso de chocolatería, ni siquiera quise ver videos en YouTube. Yo fui aprendiendo de los errores, después me di cuenta que al principio ni siquiera estaba usando chocolate de verdad, sino cobertura”, recuerda entre risas.

Con el tiempo, Isabel fue perfeccionando sus dulces, hasta que llegó al programa Tecno Parques del Sena, en el que actualmente se encuentra investigando cuál es el nivel de azúcar idóneo para los rellenos de sus chocolates.

Pero por más chocolates que venda, Isabel sabe que su principal cliente siempre será su hija de 9 años, Ashley Sahira, quien se declara amante de los dulces que elabora su mamá y desde ahora está aprendiendo a prepararlos, para poder continuar con este dulce legado.

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