
Opinión
Cuando el a-pollo se vuelve estrategia: lo que el caso Frisby nos enseñó
Rafael González Pardo
Presidente de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social - Felafacs
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Abrir WhatsAppHace algunos días observamos una tendencia digital orientada a apoyar a Frisby, empresa colombiana reconocida por hacer el pollo “como nadie lo hace”, y que se encuentra involucrada en una disputa legal con una compañía española de nombre y estética idéntica que empezó a operar en el viejo continente. Dicha controversia desató no solo el clamor nacional mediante todo tipo de organizaciones y personajes que defendieron el orgullo colombiano, sino que también deja algunas reflexiones sobre las que quiero llamar la atención.
En primer lugar, este caso en particular me generó una serie de sentimientos encontrados. Por un lado, ver cómo tantas empresas adoptaron la identidad de marca de Frisby como una forma de apoyo reafirmó en mí el poder de la unión y la capacidad empática que podemos tener, incluso en un entorno a menudo cargado por la envidia y la falta de solidaridad. Sin embargo, no pude evitar pensar en nuestra región, donde en el pasado dos empresas locales atravesaron crisis reputacionales y allí la solidaridad brilló por su ausencia:
En los años 90, se propagó rápidamente — a través del voz a voz y los medios locales— un rumor sin comprobar sobre la calidad de la carne de “Tamales ortegunos”, lo que generó una grave afectación reputacional, el cierre y el desplazamiento de esta prominente tamalería a la ciudad de Bogotá, donde más adelante se convirtió en un caso exitoso en ventas.
Algo similar ocurrió con la panadería Matheus, que fue victima de un mito urbano que le causó una importante disminución en sus ventas y una fuerte estigmatización social. Afortunadamente, gracias a la tradición, la calidad de sus productos y la ausencia de pruebas que sustentaran los rumores, esta emblemática panadería logró sobrevivir y consolidarse con el tiempo como como un verdadero baluarte de nuestra región.
La reflexión acá es clara: como región, debemos sumar nuestras voces para defender a nuestras empresas, ya que muchas veces, por falta de respaldo, terminan exiliadas en otras ciudades, tal como ocurrió con Industrias Murelli en Ibagué.
Así mismo, tomé una reflexión de mi amigo Mario Álvarez —“el de los zapatos rojos” — experto en marketing, quien llamó la atención de como muchas empresas se aprovecharon del caso de Frisby para disfrazar su realidad mediante lo que se conoce como el ambush marketing, una estrategia utilizada para ganar visibilidad, pero que en el fondo no es mas que una táctica oportunista camuflada de empatía. Por ello, la verdadera lección ante este tipo de situaciones es que no debemos convertir a las organizaciones a las que pertenecemos en instrumentos de oportunismo, ya que las consecuencias pueden ser aún más perjudiciales.
Por otro lado, el caso de Frisby responde claramente a un problema de registro de marca, especialmente en lo relativo a las reglamentaciones internacionales. El no priorizar esto, puede acarrear consecuencias como las que enfrenta actualmente la empresa, además de posibles demandas por infracción de marca, pérdida del derecho exclusivo, afectaciones a la reputación, obstáculos para la expansión y dificultades para atraer futuras inversiones, entre otros riesgos.
Esto reafirma la importancia de proteger a nuestras organizaciones mediante el registro formal de nombres, logotipos, slogans o diseños; un aspecto culturalmente débil en nuestro país y, sin embargo, esencial para garantizar su adecuada protección.
Para ello existen mecanismos de acompañamiento, como la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) o las Cámaras de Comercio, donde se puede gestionar todo el proceso de registro de marca, teniendo en cuenta los siguientes aspectos:
- Importancia del registro formal: Es clave proteger nombres, slogans, logotipos o diseños a través de estos mecanismos para garantizar el uso exclusivo y evitar conflictos futuros.
- Protección de dominios digitales y redes sociales: Se hace necesario adquirir los dominios relacionados con la marca (.com, .co, etc), pues existen cazadores de estos formatos que se dedican a venderlos posteriormente con precios exagerados.
- Monitoreo de uso de la marca: Se debe revisar constantemente, a través de medios digitales o alertas de la SIC, el uso indebido de la marca.
- Duración: los registros de marca tienen una duración de 10 años.
- Políticas internacionales: Las empresas que proyecten su expansión en otros países deben considerar las reglamentaciones internacionales; por ejemplo, Colombia hace parte del protocolo de Madrid desde el 2012.
- Formalización de contratos de licencia o franquicia: Es fundamental establecer acuerdos claros para evitar la pérdida de control o daños a la reputación.
Finalmente, el caso de Frisby, más allá de ser un referente de disputa legal, representa una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de cuidar nuestras marcas, que no surgen de la nada, sino que son el resultado voluntades compartidas, del trabajo colectivo y, en gran medida, de sueños construidos a lo largo de los años.
Así mismo, este caso nos ofrece una valiosa oportunidad para reafirmar nuestro compromiso como región con el apoyo solidario a nuestras empresas. Un respaldo que no debería surgir únicamente cuando una coyuntura lo impone, sino convertirse en una acción permanente que demuestra nuestra capacidad de valorar y proteger lo nuestro. Alzar la voz por nuestra región debe ser un ejercicio cotidiano, colectivo y consciente.
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