Unidos por el Tolima: es ahora o nunca

Durante décadas, el Tolima ha sido gobernado por distintos grupos políticos que, en muchos casos, han convertido el poder en un botín para unos pocos. En Ibagué y en todo el departamento, se repiten prácticas clientelistas, exclusión de liderazgos nuevos y una lógica de reparto que ha frenado nuestro desarrollo y cerrado las puertas al cambio.

Pero hoy, miles de ciudadanos estamos diciendo ¡basta! Basta de una política que gira en torno a intereses particulares. Basta de dirigentes que se reciclan, se reacomodan y se perpetúan, mientras la pobreza, el desempleo y la desesperanza se enquistan en nuestros municipios.

No se trata solo de ganar elecciones ni de sumar candidaturas por conveniencia. Se trata de construir una nueva cultura política: una forma distinta de relacionarnos con lo público, con la verdad y con la ciudadanía. Una política centrada en el bienestar colectivo, la transparencia, la justicia social, la equidad territorial y la defensa del medioambiente.

Hoy, más que nunca, la historia nos exige estar a la altura del momento. No podemos darnos el lujo de repetir los errores del pasado. La fragmentación, los egos, el sectarismo y las agendas individuales nos han debilitado como alternativa. Mientras tanto, los clanes tradicionales se reorganizan y avanzan. Por eso, es urgente entender que la unidad no significa uniformidad. Significa respeto por la diversidad y voluntad de construir colectivamente.

Es hora de tender puentes, no de levantar muros. De escuchar más y señalar menos. De abrir las puertas a quienes, sin importar de dónde vengan, estén dispuestos a trabajar con honestidad por una transformación real del Tolima. Cuando el propósito es común —recuperar nuestras instituciones, dignificar la política y devolverle la esperanza a la ciudadanía—, nadie sobra.

Nuestro llamado es claro: conformar una gran alianza social y política que confluya en un acuerdo programático amplio. Una alianza que reúna a movimientos sociales, organizaciones de base, liderazgos juveniles y comunitarios, actores culturales, ambientalistas, campesinos, sindicatos y sectores populares. Y, por supuesto, a los partidos y fuerzas alternativas que han demostrado coherencia y compromiso con el cambio.

La unidad no se decreta. Se construye. Y se construye con generosidad, con diálogo sincero y con objetivos comunes. No será fácil. Pero sí es posible. Y, más aún: es urgente.

El Tolima no puede seguir esperando. La historia nos está mirando. No perdamos esta oportunidad.