La urgencia de tender puentes entre la educación media y la universidad en las regiones

En muchas regiones del país, sobre todo en ciudades intermedias como Ibagué, aún persiste una brecha gigante entre la educación media y la educación superior, aún mayor, con el sector productivo, como que ninguna de las tres tuviera nada en común. Una brecha que no solo se traduce en diferencias académicas, sino también en desorientación vocacional, deserción temprana y frustración para cientos de jóvenes que sueñan con transformar su futuro a través del conocimiento.

Como directivo de una institución pública, he sido testigo directo de lo difícil que puede ser ese tránsito. A menudo, los estudiantes de grados 10° y 11° terminan su formación media con herramientas sólidas, pero sin un proyecto de vida claro. Algunos logran avanzar por su cuenta o gracias al apoyo familiar, pero la gran mayoría necesita puentes, acompañamiento y oportunidades reales de exploración vocacional.

Desde hace algunos meses, en la Institución Educativa La Sagrada Familia venimos trabajando con la Universidad de Ibagué en un proyecto piloto que creemos puede convertirse en un referente regional e incluso nacional. Este modelo permite que los estudiantes de grados 10° y 11° cursen asignaturas universitarias introductorias, de acuerdo con sus intereses personales y vocacionales. Es decir, no se trata solo de adelantar materias, sino de iniciar un proceso auténtico de exploración de su futuro, que les permita tomar decisiones informadas y despertar su motivación hacia el aprendizaje.

La clave de esta articulación ha sido el reconocimiento mutuo. En este proceso, el vicerrector, los decanos y docentes de la Universidad han reconocido como pares a los docentes y directivos de nuestra institución. Ese diálogo ha sido fundamental para que esta experiencia no sea un simple convenio, sino una verdadera articulación educativa con propósito.

Pero este esfuerzo no debe quedarse como una experiencia aislada. Hoy más que nunca necesitamos que las universidades escuchen a las escuelas, que dialoguen con sus estudiantes, docentes y familias, que comprendan los contextos reales desde los cuales los jóvenes intentan construir sus trayectorias formativas. Así mismo, las instituciones de educación debemos dejar de ver los grados 10° y 11° como una extensión de la secundaria tradicional, y comenzar a asumirlos como una plataforma hacia la educación superior o la formación para el trabajo.

Se nos viene un gran reto a nivel regional: articular de manera efectiva la educación media, la universidad y el sector productivo. Para lograrlo, necesitamos que los estudiantes identifiquen problemas locales, los estudien desde la escuela y la universidad, y encuentren soluciones que transformen sus comunidades. Esa es la educación que necesitamos: una que conecte el conocimiento con la realidad, la vocación con el territorio, y el aula con la vida.