Inés Pinzón

Opinión

Las mujeres ya no lloran, ahora también facturan para los suyos

Inés Pinzón

23 de febrero de 2025
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Bajo la idea de que “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan” nuestra querida Shakira creó todo un lema de empoderamiento femenino, que sedujo con amplitud a seguidoras y extrañas. Eso de que como mujeres seamos capaces de sobreponernos a cualquier circunstancia de un modo creativo, pero además lucrativo, ha sido sumamente seductor. 

Por supuesto, para ella el tema se tradujo muy prontamente en cifras astronómicas representadas en las reproducciones de sus canciones, la venta de sus discos, publicidad, redes sociales y conciertos. Shakira nos propuso en el fondo, ser más creativas y capitalizarnos, monetizando el dolor. Porque el dolor como sentimiento humano es de todas y de cualquiera, al final este lo que hace es movernos, cambiarnos o renovarnos. Así pues, ¡si vamos a llorar, que por lo menos de eso nos quede plata!

Prontamente, el lema se interiorizó con otros nombres, con otras palabras y de modos muy distintos. No quiero decir con esto que, a partir de ella la conquista de escenarios femeninos en todas las esferas se hubiera disparado, pero sí que quizá por suerte, fortuna, bendición o por trasegar de historia necesaria, de un tiempo reciente a hoy, las mujeres logramos un inusitado despegue en el que se nos reconoce; porque también es cierto que cada vez que se reconoce a una mujer poderosa, todas debemos sentirnos reconocidas en ella

Esta semana la gobernadora del Tolima en la Cumbre nacional de gobernadores, volvió a demostrarnos que en el mundo político -ese que durante mucho tiempo nos estuvo vedado- las mujeres que alzan un poquito la voz para ser escuchadas, ya no tienen por qué esperar por respuesta la nada, la evasión o el ninguneo. La Gobernadora fue osada al detener al Presidente para pedirle que no se fuera y que la escuchara; de modo respetuoso, le exigió respuestas a problemáticas que no solo afectan el territorio que representa, sino también los territorios que otros gobiernan.

Sus palabras, sencillas pero honestas, reflejaban lo que nuevamente muchos piensan, pero pocos dicen: “¡Presidente, espere! ¿Para cuándo la respuesta a los arroceros en relación a la problemática de los precios del arroz? ¿Para cuándo los recursos del PAE? ¿Para cuándo las respuestas a los productores? ¿Para cuándo los giros? ¿Para cuándo las soluciones que el Tolima y nuestros departamentos y Colombia entera llevan meses esperando?”, le cuestionó. 

Lo mejor de la escena, fue ver orgullosamente otras mujeres gobernadoras sentadas juntas en línea en la misma mesa, ese fue un mensaje simbólico muy poderoso: “las mujeres que luchan por derechos, siempre se encuentran”.

Sin embargo, a pesar de valorar tantas cosas positivas de la escena, me encontré con un par de mensajes que eran demasiado severos contra la Gobernadora. Así, por ejemplo, encontré la publicación de un ciudadano que señalaba: ¿no les parece que es como si la Gobernadora necesitara que al Tolima le fuera mal para poder presentárselo al presidente?  Me parece que ve la gobernación como una ONG a algo así como un programa de asistencia de la iglesia católica: el presupuesto es para “ayudar”, “concurrir”, “coadyuvar”, pero no para solucionar nada. La responsabilidad es siempre de otros. Lo curioso es que después de la intervención de la Gobernadora en la Cumbre, al día siguiente le giraron al departamento del Tolima los recursos del PAE, un poco más de 10.000 millones de pesos para los niños de la región. Mientras leía esa noticia, no pude evitar pensar como cuando las mujeres hablan duro, muchos salen a descalificarlas involucrando aspectos de su liderazgo o de sus capacidades.

En lo cotidiano, persiste la idea de que las mujeres, cuando nos atrevemos a exigir, actuamos movidas por emociones impulsivas de resentimiento, de “ardor”, haciéndose común ser etiquetadas como “ardidas”. Esto no es más que un intento de invalidar no solo nuestras emociones, sino también de ignorar nuestra capacidad de dar respuestas legítimas y racionales a las situaciones de la vida.  

La misoginia minimiza o ridiculiza los sentimientos de las mujeres, especialmente en contextos donde se espera que actuemos de acuerdo con normas sociales que nos adviertan como pasivas, sumisas o controladas en nuestra expresión emocional. Porque claro, lo lógico para algunos (cada vez más pocos por fortuna), es que mujeres como una gobernadora, alcaldesa o una política en general, sean más prudentes, recatadas o cautelosas, no vaya a ser que por ser “emocionales” o “exageradas” los que todavía están por encima de ellas, nos dejen a todos sin nada.  

 

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