Inés Pinzón

Opinión

Amar a Ibagué: entre la esperanza y el olvido

Inés Pinzón

24 de agosto de 2025
Compartir en

Únete a nuestro canal en WhatsApp

Noticias confiables y al instante, directo en tu celular.

Abrir WhatsApp

El amor por Ibagué es un amor particular. Es de esos amores de baja correspondencia, en donde quedamos amando la expectativa por lo que siempre será, pero no llega. Parece sencillo amar este pedacito de tierra que te ata de algún modo a unas costumbres, a unos ancestros, a unos olores, a unos sabores, a unos sonidos, a un paisaje, a una cultura, a una gente. 

Amar Ibagué parece un sentimiento auténtico, y lo digo con convicción: ¡debe ser auténtico! porque no tendría otra explicación amar algo en lo que no crece ningún atisbo de esperanza. Me detengo a observarla, a transitarla, a intentar —de modo desesperado— entender por qué aún la habito, por qué no la dejé atrás, como muchos que se fueron buscando un destino mejor en otras tierras.

Hoy, Ibagué parece una persona descuidada: la ves estropeada, chueca, sin forma, enquistada de sanguijuelas que dicen hacer algo por ella, pero que no logran recuperarla. Parece en estado de desahucio, dejada a su suerte. De ello dan cuenta sus calles: cuando no están llenas de cráteres, lo están de basura; cuando no está sin dinero, está endeudada o sobreendeudada.

Los que dicen quererla le compran ropa a plazos que, al ponérsela, parecen remiendos. Siempre está vestida a medias, porque aquí nada se concluye. Ahí está el ejemplo de la supuesta “obra del siglo”, el acueducto complementario. Llevamos más de treinta años esperándola; ha sido bandera de todo alcalde, pero, al momento de entregarla, siempre queda inconclusa. En Ibagué cualquier obra tarda en promedio entre 15 y 30 años. Su atraso es resultado de la mala gestión… y por supuesto, de los malos votantes.

La ves sin presente, pero sobre todo la vez sin futuro. Terminamos echándole la culpa a los políticos de turno, a los de antes, a los de ahora y por supuesto a los que sabemos que vendrán, que son iguales a los de siempre. Pero —qué dolor reconocerlo— también nosotros, como ciudadanos, somos culpables de su deterioro. Porque de civismo estamos mal, muy mal. Aquí nos rajamos todos: gobernantes y gobernados, malos amantes al no hacer nada, y también al permitir que quienes podrían liderar lo hagan igual de mal.

Es curioso, pero quienes vivimos en ella manifestamos un “apego ansioso”, como yo en este momento: la queremos, la pensamos, corremos hacia ella una y otra vez, aunque nos decepcione. Nos aferramos a la idea de que vendrán tiempos mejores, aunque la realidad nos diga lo contrario. Los que se alejan viven un “apego evitativo”: aman la ciudad, pero tomaron distancia porque quedarse los hacía vulnerables a vivir como nosotros. Le guardan nostalgia, por eso regresan en Semana Santa, en junio y en diciembre. Dicen que traerán nuevas ideas, que la reconquistarán… pero eso tampoco sucede. Evitan de este modo profundizar el vínculo, para no vivir el dolor de ver que no avanza. Al final la recuerdan con cariño, pero deciden no volver para no entregarse al deterioro en que la ven y quedar contagiados de lo que sienten un fracaso.

Vicente Blasco Ibáñez escribió: “Tenemos dos fuerzas que nos ayudan a vivir: el olvido y la esperanza”. Los que estamos y los que se fueron, en el fondo, terminamos eligiendo el olvido como mecanismo de defensa. Pero esa fase de duelo es sumamente difícil, porque nos aferramos a la esperanza de que algún día se arreglen las cosas.

Tarde o temprano, llega el olvido, que no es más que dejar atrás el pasado. Pero somos humanos, demasiado humanos. Y por eso, inevitablemente, volvemos a creer que puede existir un futuro mejor. Esa esperanza, quizá, es lo único que nos mantiene a los de aquí, amando a Ibagué, y a los de allá, recordándola con nostalgia, como un amor que nunca termina de irse del todo.

Únete a nuestro canal en WhatsApp

Noticias confiables y al instante, directo en tu celular.

Abrir WhatsApp

Leer más de

Inés Pinzón

Inés Pinzón
Amar a Ibagué: entre la esperanza y el olvido - Columna de opinión por Inés Pinzón en ElOlfato.com