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Dios no tiene la culpa de las brutalidades de los alcaldes de Ibagué

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25 de mayo de 2025
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Dios no tiene la culpa de las brutalidades de los alcaldes de Ibagué

¿Qué pensará Dios del Coliseo Mayor del Parque Deportivo que dejó el exalcalde Andrés Hurtado? De entrada, probablemente le reprocharía estar violando el segundo mandamiento: “No tomarás el nombre de Dios en vano”.

En lo que muchos interpretan como un gesto de oportunismo religioso, Hurtado decidió bautizar el escenario con el pomposo nombre de ‘La Fe en Dios’, justo antes de dejar el cargo en 2023. Un acto más simbólico que sustancial, porque lo que construyó fue, en realidad, un coliseo con goteras celestiales.

Casi un año después de su inauguración, las deficiencias del proyecto son evidentes. En cada aguacero con tormenta, el moderno escenario de $43.000 millones termina convertido en una piscina olímpica no planificada.

 

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Muchos usuarios en redes sociales no se han guardado los comentarios: dicen que el coliseo no parece un escenario deportivo sino una carpa de circo. Pero, siendo justos, hasta los dueños de los circos tienen más criterio técnico. Ellos saben que la lona debe llegar hasta el suelo, para impedir el ingreso del agua. Aquí, en cambio, se optó por templar una costosa cubierta —supuestamente importada de Italia— que luce bien en las fotos, pero que soporta el calor como un invernadero y el agua como un colador.

Para completar el despropósito, ni Hurtado ni sus asesores contemplaron la necesidad de construir un coliseo cerrado e insonorizado, que respetara el hábitat de la fauna del Parque Deportivo y protegiera la tranquilidad de los residentes del sector. Nada de eso importó. El objetivo era claro: contratar, ejecutar, inaugurar y posar para la foto.

Todo bajo el manto cómplice de la Secretaría de Infraestructura de Ibagué, esa dependencia que, entre 2020 y 2023, dejó un historial de obras fallidas, sobrecostos y negligencia técnica que aún no conoce la lupa judicial.

Y aunque el coliseo cuenta, en el papel, con un diseño moderno, superficie reglamentaria de 1.188 m² y capacidad para 5.800 personas (ampliable a 6.500), además de un nivel técnico con camerinos, salas de prensa, enfermería y backstage, nada de eso sirve si, en la práctica, el escenario se inunda o arde como un horno cuando el clima lo exige.

Así que sí, este podría ser un coliseo digno de recibir eventos continentales y mundiales… pero también es, por ahora, el mejor ejemplo de cómo el nombre de Dios puede ser utilizado para tapar obras terrenales mal hechas. Y de cómo el séptimo mandamiento —“no robarás”— parece haber sido ignorado, con la misma facilidad con la que se firmaban los contratos en la administración Hurtado.

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