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Corrupción en nombre de Dios

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04 de diciembre de 2025
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Corrupción en nombre de Dios

Hay alianzas políticas que huelen mal desde antes de anunciarse. Y luego está la que sellaron el partido Mira y el exalcalde de Ibagué más investigado por corrupción en la historia reciente del Tolima. Una jugada tan descarada que ni siquiera requiere lupa: basta con ver quiénes son los protagonistas y qué representan. O, mejor, qué dicen representar.

La senadora ibaguereña Ana Paola Agudelo apareció junto al exmandatario para presentar su lista conjunta a la Cámara de Representantes para 2026. Un pacto pensado para asegurarle a la familia Hurtado un escaño en el Congreso.

La foto, pulida y sonriente, pretende proyectar unidad y espiritualidad; pero detrás reposa un acuerdo donde lo divino sirve de maquillaje para lo indecible.

Poco o nada le importó al Mira, ese partido que se ufana de rectitud moral y discurso cristiano,  asociarse con un exalcalde señalado por presunto enriquecimiento ilícito, por el desfalco sistemático de entidades como el IBAL y la Secretaría de Infraestructura, y por haber montado desde el poder una estructura económica que hoy financia su proyecto político.

Los mismos que predican pureza, austeridad y “buen testimonio” ahora caminan, sin ruborizarse, del brazo del protagonista de uno de los periodos más oscuros en la administración de Ibagué.

La incoherencia es tan evidente que insulta. Agudelo y la cúpula del Mira escogieron a Hurtado como aliado en el Tolima mientras, en Bogotá y otras regiones, se muestran como socios de Sergio Fajardo, figura asociada a la transparencia y la coherencia.

Allá posan de pulcros. Aquí pactan con quien dejó en ruinas la confianza ciudadana. Allá hablan de dignidad. Aquí normalizan el saqueo.

En esta tierra, al parecer, la corrupción es relativa. Se tolera según convenga, se minimiza si sirve para ganar elecciones y se espiritualiza si el aliado en cuestión repite algunas frases bíblicas en tarima.

En el Tolima, para ciertos líderes, el pecado no está en robar sino en que los pillen. Y cuando los pillan, siempre habrá quien extienda la mano, invoque a Dios y justifique lo injustificable.

Lo más indignante es que venden este acuerdo como un acto de servicio y esperanza. Como si la ciudadanía fuera ingenua. Como si no recordara los años 2020 a 2024, marcados por irregularidades, contratos direccionados, redes clientelistas y una ciudad golpeada por una administración que confundió lo público con una chequera personal.

Disfrazar la ambición con discursos espirituales no borra la verdad. Y la verdad es que esta alianza no habla de fe, sino de poder; no habla de transparencia, sino de oportunismo; no habla de principios, sino de conveniencias.

En nombre de Dios, dicen. Pero lo que realmente hacen es poner la política al servicio de sus propios intereses, mientras esperan que la ciudadanía, como siempre, mire hacia otro lado.

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