
Opinión
Gobernar como la Sunamita, no como Epulón
Andrés Felipe Bedoya
Secretario de Educación del Tolima
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En su discurso del pasado 18 de marzo, en medio de las movilizaciones convocadas para respaldar una cuestionada reforma laboral, el presidente Gustavo Petro volvió a echar mano de referencias bíblicas para defender su proyecto y atacar a sus opositores, este caso al Congreso. En estos tiempos de escándalos y desconfianza, al Gobierno del presidente Petro le vendría bien mirarse en el espejo de otro personaje bíblico: la mujer sunamita, símbolo de coherencia, servicio y fe traducida en hechos (de lo cual carecen). La sunamita no tenía discursos, ni buscaba protagonismo. Actuaba. Sin pedirlo, ofreció hospitalidad al profeta Eliseo, y su forma de servir despertó gratitud y transformación.
Como la sunamita, con toda consideración, el Presiente debe comprender que se convence no con palabras, sino con acciones que impacten a las familias más vulnerables. Que no se nos olvide su reclamo, tan humano como justo: “¿Acaso le pedí yo un hijo? ¿No le supliqué que no me engañara?”. El pueblo colombiano, al igual que la sunamita, también suplicó que no le mintieran; sin embargo, creyó en el cambio y hoy muchos están decepcionados.
El presidente no necesita más parábolas para señalar culpables. Necesitamos que lidere como la sunamita: con acciones concretas, con fe práctica, con empatía silenciosa. Colombia no requiere un gobierno que hable del Cristo carpintero mientras replican los vicios de Epulón. Necesita que las promesas hechas a las madres comunitarias, a los trabajadores, a los informales, a la “Colombia profunda”, no se desvanezcan entre tensiones ideológicas y ambiciones personales.
Colombia espera de sus gobernantes, y especialmente del presidente Petro, un liderazgo que construya, no que divida. El presidente ha comparado a la oposición con Epulón, pero su propio gobierno actúa como ese mismo rico arrogante e insensible que critica. Se le olvida aquella enseñanza bíblica sobre la espiga en el ojo ajeno y la viga en el propio.
El país necesita menos señalamientos y más acciones que, como la habitación de Eliseo, hagan florecer la vida y no las excusas. Gobernar como la sunamita es hacerlo con propósito, humildad y verdad, recordando siempre que la autoridad nace de la coherencia.
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