El miedo que no deja crecer al Tolima

A veces las cifras no cuentan toda la verdad. Según el Ministerio de Defensa, entre enero y mayo de este año, el Tolima registró una disminución del 5% en homicidios y del 7% en hurtos. Sin embargo, en las calles, los negocios y las plazas de mercado de Ibagué, Chaparral, Mariquita y El Espinal, la sensación es otra: la inseguridad sigue latente, sigue siendo un problema para los comerciantes.

Ese miedo tiene efectos económicos reales. La economía no se mueve solo con dinero; se mueve con confianza. Si un emprendedor duda en abrir más temprano, si un cliente prefiere no entrar por miedo a ser atracado, si un proveedor ya no despacha mercancía porque en la vía lo pueden interceptar, entonces no estamos hablando solo de percepción, estamos hablando de una realidad que frena la economía.

Un informe de la Cámara de Comercio de Ibagué alertó hace unos meses que más del 70% de los empresarios consideran que la inseguridad es uno de los principales obstáculos para su crecimiento, y tienen razón.

El temor a extorsiones, robos o incluso el cobro de “vacunas” en algunas zonas rurales no es un invento, es una traba silenciosa que impide la inversión, reduce el empleo y alimenta la informalidad.

Pero esto va más allá de cifras, programas o anuncios. Aquí se trata de voluntad política y acción coordinada. Se trata de asumir que la seguridad no es solo responsabilidad de la Policía, sino también del gobierno local, del sistema judicial, de quienes hacen las leyes.

El Tolima no puede seguir condenándose a vivir con miedo. No puede normalizar que cerrar temprano sea una medida preventiva, que poner rejas a los negocios sea parte del diseño urbano, o que las cámaras de seguridad estén solo para grabar el delito y no para evitarlo.

El Tolima merece más. Merece una seguridad real. Y eso solo será posible si entendemos que cuando un pequeño comerciante se siente seguro, se atreve. Y cuando se atreve, genera empleo, innova, aporta.