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Nuevos gobiernos, mismas mañas

Las necesidades creadas por quienes participan en el juego de hacerse elegir en cargos públicos regularmente perjudican a toda la sociedad, esto debido a que lo transado es lo público, pues tú me eliges y/o me ayudas a elegirme, y yo te pago con contratos o con un cargo del ejecutivo; en fin, los perjudicados somos todos, pues eso de los valores con los que supuestamente se deben manejar los recursos públicos pasa a un segundo, más bien quinto plano, para que al inicio de cada gobierno empiece el festín.

Ya todos sabemos cómo empezó esto para Ibagué, para participar en el gobierno municipal se debe ser familiar o amigo cercano de la familia, Orozco, Suárez, Barreto, Rodríguez o Hurtado, o esposa, o primo, o cuñado, etc. Pues no puedo desamparar a quienes me eligieron, sin importar que tengan las competencias necesarias para dirigir y administrar los recursos de todos.

En mi parecer, esta es una de las mayores taras que ha tenido nuestra región para lograr el ansiado desarrollo que tanto necesitamos.

Los modelos de desarrollo económico que han seguido las ciudades que consideramos ejemplo a seguir concluyen que lo verdaderamente potenciador del desarrollo económico de una región es la administración pública, como los recursos públicos  son utilizados e invertidos, como lo público atiende a una estrategia de largo plazo para que no existan duplicidad de esfuerzos y se construya sobre lo construido y todas esas cosas bonitas que nos imaginamos para que los empresarios quieran estar aquí y se genere empleo y haya agua de calidad para todos y las calles estén pavimentadas y no se contraten cosas que no se necesitan y que lo que se contrate no se lo roben.

Pero aquí no es así, aquí lo público es administrado con una visión cortoplacista y en muchas oportunidades por equipos que no cuentan con los mejores individuos y donde cada nuevo alcalde es un mesías que “salvará” de las garras del anterior mandatario la administración pública y todas las quejas que ya todos conocemos.

Y el circulo vicioso inicia de nuevo, el alcalde elegido llega diciendo que el anterior era un bandido (en algunos casos fue así), que no dejó plata para administrar y para nuestro caso particular de hoy, que contrató a cientos de personas en burocracia administrativa y que la solución definitiva a todos esos problemas es poner a administrar y a ejecutar a toda su familia y amigos para que salgamos del atolladero.

Les tengo una noticia, esto ha sido un rotundo fracaso siempre y siempre lo será, pues desaparece de raíz los criterios técnicos que se requieren para administrar, y los recursos de todos nosotros, los públicos, se utilizan para pagar favores y ayudas, y digámoslo porque es necesario, enriquecer a muchos funcionarios del ejecutivo vía corrupción. Señor nuevo alcalde, lo que necesitábamos era romper el círculo, usted no lo hizo, solo le perpetúa.

Si bien es cierto no existe una receta para la administración de los recursos públicos, sacar del juego a los más capaces, a los que han demostrado que saben y pueden y a los que éticamente responden por los criterios de que lo público es sagrado, nos condena en el juego de las probabilidades a que el resultado esperado no sea el que de verdad anhelamos.

Es cierto que los gobernantes gobiernan con sus amigos, pero aquí en Ibagué el asunto raya sobre el descaro no solo en el gobierno que recién empieza, sino en todos los gobiernos que han existido desde que nos hacemos llamar Ibagué.

Entonces, ya para concluir, las mismas mañas se mantienen, y la ciudad y su gente nuevamente están a merced de la bienaventuranza del destino, donde cada administración viene a descubrir la importancia del agua en la navegación y que la rueda ha facilitado el desarrollo del transporte terrestre.

Ibagué está como está gracias a todas las decisiones que han tomado sus dirigentes, no únicamente de los gobernantes que salen, muchos indicadores económicos y sociales no mejoran y tienden hacia terrenos negativos, lo que nos debería indicar a nosotros, simples mortales de a pie, que no vale la pena seguir apostando por los mismos.

A los pocos, muy pocos, que de verdad merecen estar ahí administrando, mis más sinceras excusas porque mis palabras pueden ser hirientes, pero esto es un sistema y todos deberían contribuir adecuadamente, a los demás les deseo buena suerte, pues no están preparados para enfrentar lo que se viene y sus fallos, exacerbados por la inexperiencia y falta de competencia, nos condenan a todos.

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