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Les llegó la hora

Recuerdo mucho cuando empezaban las vacaciones y entre los planes que teníamos con mis amigos estaba jugar banquitas. Como éramos tantos, se armaban pequeños torneos de una mañana que denominábamos “mundialito”. Había quienes llegaban en el momento en que algunos de los partidos ya se habían jugado y, obvio, no íbamos a dejarlos por fuera. Optábamos entonces por darles un par de puntos para que pudieran entrar a jugar.

Esa regla que pactábamos siendo niños me hace recordar que en La Habana se hizo algo parecido para que el nuevo partido político de las Farc entre a jugar con las reglas de las democracia:

Desde el pasado 24 de agosto tenemos un Acuerdo Final logrado entre el Gobierno y las Farc para ponerle fin al conflicto y empezar la construcción de una paz estable y duradera.

Uno de los temas que había quedado pendiente era el de la reincorporación a la vida civil por parte de las Farc, y más específicamente uno de los temas que mayor rechazo genera, el de la participación política o transformación de las Farc de una organización armada en partido o movimiento político.

Definitivamente uno de los principales objetivos de lograr un acuerdo es el de poder transformar balas en votos, y permitir que quienes han estado al margen de la ley defendiendo unos ideales políticos, lo hagan ahora desde las reglas propias de la democracia. El Jefe del Equipo Negociador del Gobierno Nacional lo dijo coloquialmente hace poco en una de sus intervenciones: “El Gobierno prefiere que los guerrilleros echen lengua y no echen bala”.

La Constitución de 1991 abrió la posibilidad para que el Presidente de la República nombrara “directamente” y por una sola vez, un número plural de Congresistas en cada cámara, en representación de grupos en proceso de paz y desmovilizados. Es decir, el Constituyente generó suficientes posibilidades para poder cerrar el conflicto armado en Colombia, permitiendo que quienes se reintegraran a la sociedad tuvieran opciones reales de participar en política.

El Acuerdo Final logrado busca, como lo hacíamos en mi época con el juego del “mundialito”, permitir que las Farc entre como un nuevo jugador al torneo de la democracia, pero poniéndolo a jugar.  No es bueno darle garantías de entrada a algún equipo, si el mismo no demuestra posteriormente que juega limpio, que sabe hacer goles y que convence al público para tener cada vez mayores hinchas.

Esto es precisamente lo logrado con la reintegración política del Acuerdo Final. Las Farc pasarán de ser una organización armada a ser un partido o movimiento político, pero deberán competir. En las elecciones de 2018 y 2022 deberán presentar sus listas, propias o en coaliciones, a la Cámara de Representantes y al Senado de la República. Durante esos dos períodos el Estado les garantizará una participación mínima de 5 Representantes a la Cámara y 5 al Senado de la República. En caso de que sus listas obtengan los votos necesarios para, por ejemplo, tener 3 Senadores y 4 Representantes a la Cámara, el Estado les asegurará 2 Senadores y 1 Representante a la Cámara, con el fin de que puedan contar con 10 congresistas de manera temporal.

El punto de “Participación política” que fue acordado en noviembre de 2013, no introducía medidas directas para permitir la reincorporación de las Farc a la vida política legal, pues, tal y como se hizo en el Acuerdo Final, este era un punto para desarrollar en el último punto abordado en La Habana que fue el de “Fin del Conflicto”.

En este sentido vale la pena aclarar que en ese acuerdo logrado el 6 de noviembre de 2013, se planteó la creación de unas Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz que busca crear, por dos periodos electorales, 16 curules adicionales en la Cámara de Representantes, con el fin de integrar zonas especialmente afectadas por el conflicto, el abandono y la débil presencia institucional.

Es una oportunidad para que esos territorios invisibilizados puedan tener una representación directa en el Congreso de la República a través de organizaciones sociales de víctimas, mujeres, campesinos o grupos significativos de ciudadanos originarios de estas regiones. No son curules adicionales para el partido político que cree las Farc una vez dejadas las armas.

Este Acuerdo Final es una oportunidad real para una nueva apertura democrática en Colombia. Ahora sí a las Farc les llegó la hora de demostrar qué son capaces de hacer, con sus ideas, en democracia. 

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