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Orlando Alvis, la voz de la revolución

Ante la sepultura fresca de este entrañable amigo y compañero, recuerdo la figura de aquel muchacho enérgico que se contoneaba y saltaba acrobáticamente al acode del rock and roll de Elvis Presly, o del twist mexicano de Enrique Guzmán o de César Costa. Era la época de los 60-70, cuando la Nueva Ola invadió a Colombia e Ibagué, a pesar de debatirse en la dicotomía de pueblo-Ciudad, tenía su Club del Clan, orientado por el presentador de televisión Jorge Barón.

Este funcionaba en una discoteca llamada La Barra, ubicada en la sótano del hotel Raad, de propiedad del Turco Raad, localizado en la carrera Tercera con calle 13 esquina, donde hoy se encuentra un almacén de telas para cortinas.  Allí, las tardes de sábados y domingos, fueron el furor de la juventud que despertaba al son de la música que, en el país, representaban Óscar Golden,  Harol y Vicky, entre otros. Se bebía una que otra cerveza, pero nunca se sentía el olor a marihuana mucho menos se consumía perico. Eran otros tiempos.

‘El Enano’, cuando salía a la pista tenía como seudónimo ‘Lino’, su pequeña estatura le facilitaba los movimientos y las muchachas lo seguían como su amuleto por ser un buen parejo, bailaba casi a la perfección los ritmos de moda.

Pasó el tiempo y luego nos encontramos en la misma trinchera, ya como luchadores por causas libertarias e ideologías distintas al establecimiento. Militábamos en la Juventud Comunista (Juco), y nuestro escenario eran las calles, las manifestaciones y los mítines de protesta contra las injusticias sociales, por el derecho a la educación, la salud, la vivienda, libertades políticas, defensa y respeto a los derechos humanos, defensa y protección del ecosistema.

Momentos emotivos que vivimos fue la visita de Camilo Torres a Ibagué y la conmemoración de su posterior muerte. Los constantes eventos políticos que se realizaban en la Casa del Pueblo, ubicada en la calle 17 entre carreras cuarta y quinta, donde escuchamos las conferencias de Gilberto Viera, secretario general del Partido Comunista o de Diego Montaña Cuellar y otros destacados dirigentes de la época. En fin, la memoria está llena de recuerdos que agotaríamos muchas páginas para contarlos.

En estos espacios, los vivas y abajos del Alvis retronaban, tenía una prodigiosa garganta que sobre salía en la multitud. Por eso, se distinguía y su presencia se hacía necesaria en cualquier acto de masas. El llevaba la batuta y la dirección de los coros. Entonaba La Internacional con sentimiento y devoción.

Pero al fragor de la lucha, especialmente estudiantiles y obreras, sacábamos tiempo para la diversión y la bohemia, ya ‘El Enano Alvis’, era un bailarín de Salsa, Son Cubano, Guaracha y todo tipo de ritmo antillano. Sin que faltará La Sonora Matancera, El Gran Combo, Casino de la Playa, Los Matamoros, La Sonora Ponceña, Celina y Reutilio, Ismael Rivera, Rubén Blades, Héctor Lavoe, La Fania, entre tantos otros. En el 2001, una discoteca especializada en salsa, se concentraban fundamentalmente estudiantes, profesores y empleados de  de la Universidad del Tolima, intelectuales,  escritores y luchadores políticos, ‘El Enano’, sobresalía entre todos en la pista de baile.

Ya en las reuniones con camaradas, se formaban las interminables tertulias, discusiones  y bebas que se prolongaban hasta el amanecer. Aquí no faltaba Víctor Jara, Los Quilapayún, Carlos Puebla, Mrecedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Soledad Bravo, Eliana,  Ana y Jaime, Ali Primera, Norman y Darío, Pablus Gallinazo. El corte de las canciones eran netamente político, social y revolucionario, y ‘El Enano Alvis’ las entonaba con una emoción incomparable. Obvio, no faltaba: Qué dirá el santo padre, Que la Tortilla se vuelva, El Quinto Regimiento, Viotá La Roja, Hasta Siempre Comandante, la Mula Revolucionaria, Café y Petróleo, ni los corridos de la revolución mexicana, entre tantas otras.

Especialmente en mi juventud, compartí gratos momentos de lucha y compañerismo con Alvis, al igual que con Carlos Lozano, hoy subsecretario General del Partido Comunista y director del semanario Voz, Luis Endurado Morales y Jorge Toro. A pesar de mi retiro de la Juco, hace cerca de 40 años, continuó guardando con ellos lazos de amistad y buenas relaciones de amigos. Nunca renegué de lo que fui y, por el contrario, pienso que por caminos distintos avanzamos hacia los mismos objetivos de cambios sociales y estructurales de nuestro país. Ellos como consecuentes comunistas y yo desde las tendencias de izquierda del partido Liberal.

Me correspondió darles la infausta noticia de la muerte de ‘El Enano’, a los dos primeros; Lozano se impactó con el anuncio, tuve que motivarlo y pedirle fuerza para que resistiera y cortar la comunicación rápidamente para no perturbarlo más,  mientras Morales, con un criterio científico y marxista de la vida, entendió la situación y me dijo. “Somos materia altamente evolucionada y regresamos a la tierra a continuar nuestra transformación”.

Orlando Alvis Barrios, murió a los 69 años, como pensionado del magisterio, sobreviven su esposa Luz Mila Camelo, y tres hijos, todos profesionales: Tania, Carlos Andrés y Leonardo Fabio. ‘El Enano’ tenía fama de tacaño; que se pesa, fueron pocos los tintos que pagó en sus permanentes tertulias de café y todas las bebas y farras corrían por cuenta de sus compañeros y amigos, pero fue un esposo y padre responsable que cumplió con su deber durante su vida.

El último recuerdo que tengo de ‘El Enano Alvis’, fue la visita que le hice unos ocho días antes de morir, pese a que ya se le dificultaba hablar y estaba agotado de su prolongada enfermedad, me dijo que esperaba que el proceso de paz del gobierno Santos y las Farc concluyera con éxito, que era el hecho histórico que estaba esperando en su vida.

Pero además, en su interior, surgió la eterna discusión entre creyentes y ateos, sobre el misterio que encierra la muerte, bien  de irse a un mundo del que jamás se regresara o el de la resurrección para llegar a  la vida eterna. ‘El Enano Alvis’, murió en esa contradicción,  sin saber a dónde iba. Guarde silencio ante esta disyuntiva. No le dije la frase de Séneca que se me vino a la cabeza para tranquiliazarlo: “Si Dios existe, hemos ganado mucho, sino,  no hemos perdido nada”. De todas maneras, ‘El Enano Alvis’ no tiene problemas ni en el Cielo ni el infierno, en ambos tienes buenos amigos.

Paz en la tumba de Orlando, el querido amigo, compañero y camarada, en su viaje hacia el Oriente Eterno. Fue un luchador a toda prueba, un hombre alegre que gozó la vida hasta en los mementos más difíciles.

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