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Bestiario de la Universidad del Tolima

En calidad de Comisionado de Paz del Tolima no puedo caer en la catártica tentación de sancionar en público a las personas que considero despreciables. Pero a veces lo sórdido merece eso: la imprecación a gritos de la gente indignada por el tamaño de la infamia.

Escolio primero. La UT no tiene una comunidad académica, y su dirección universitaria siempre ha estado cómoda con el clientelismo local y regional, y con las órdenes dictadas por las mayordomías de los partidos tradicionales. Actualmente, cuenta con la novísima complicidad de todas las organizaciones de izquierda, exceptuando la UP, y buena parte de los líderes del Comité Ambiental del Tolima

Escolio segundo. Cuando ingresé a la UT en el 2009 como profesor de planta, comprobé que Ibagué se encontraba empapelada por cuenta de una organización estudiantil que exigía la renuncia del rector de su momento, y la desaparición de raíz del nepotismo y el clientelismo en el alma mater. Incluso supe de la quema de urnas por parte de otras organizaciones estudiantiles que aducían falta de garantías electorales, entre otras acciones de protesta, la mayoría de ellas civilistas. Me encantó, en principio, el ambiente radical o crítico de algunos colegas y estudiantes. No obstante, empecé a comprobar que casi todo era una enrevesada puesta en escena, o al menos obedecía a un cinismo como pocos había visto, apenas replicable en la literatura.

Escolio tres. Los que exigían a gritos acabar con el nepotismo ahora lo defienden soterradamente en la administración de Muñoz Ñungo. Los que convulsionaban contra la corrupción y el clientelismo en la UT, ahora lo atesoran y resguardan diciendo que la administración de la UT, hoy al borde de un cierre, es mucho mejor que todas las anteriores. Los que antes exigían concursos de méritos ahora son secretarios académicos, directores de programa, asistentes administrativos, contratistas, y hasta posan de expertos en todos los órdenes de las ciencias, cuando ni siquiera han terminado sus estudios básicos. A veces creo que usaron a varios despiporrados para asegurar sus tristes puesticos obtenidos a fuerza de engaños.

Escolio cuatro. Hace algunos años encontré a varios docentes practicando el caos y babeándose de la ira por la ineficiencia administrativa de la UT. A esos mismos los vi después ocupando cargos directivos (CERE, ODI, Gestión Ambiental, Proyección Social, etc.) absolutamente complacidos con el despilfarro de recursos que miserablemente realizó el rectorado de Muñoz Ñungo. Incluso, un docente que fue destituido en primera instancia por Control Interno al encontrársele responsable del delito de tráfico de notas (y extrañamente absuelto en segunda instancia, a pesar de ser el único responsable de las claves para acceder a la plataforma que custodiaba las notas del alma mater), después lo vi ejerciendo venganza contra medio mundo desde una sórdida veeduría de la UT, y protegiendo con vehemencia al rectorado actual. Cualquiera puede constatar que el mayor ruido en defensa de esta desastrosa administración, proviene de altos funcionarios y docentes en puestos directivos cuya nómina excede los $10.000 millones anuales, y la cual representa la verdadera vena rota de las finanzas en la UT.

Escolio cinco. Hasta el anarquismo tropical y ultramontano se puso del lado de la corrupción en la UT. Ahora sus representantes, casi iletrados, se oponen a todo concurso de méritos por cuánto amenazan sus ingresos adicionales. Incluso, les he escuchado decir que la universidad no debería contratar tantos docentes de planta, ni financiar tantas investigaciones. O sea, el mundo al revés.

Escolio seis. Contra La Colosa o la megaminería luchan miles de personas. Incluso uribistas de Marmato, Gramalote y Líbano. Contra la corrupción, el nepotismo y el derroche del erario, luchan pocos, y por ello es que izquierda y derecha, ambientalismo e intereses mineros, suelen tocarse en sus extremos, en tanto que estas no son precisamente sus principales consignas de lucha en Colombia (por si las dudas les recomiendo la obra del historiador Cesar Ayala Diago). Pues es tal el delirio egotista de buena parte de los líderes ambientalistas en la UT, que ahora consideran que luchar contra su desgreño administrativo es militar con el barretismo. Incluso, podrían estar dispuestos a asumir la destrucción de la institución educativa, si sus precarias vinculaciones o contratos permanecen incólumes. En efecto, estos ambientalistas y líderes estudiantiles son los mejores aprendices del barretismo, el uribismo y el jaramillismo.

Escolio siete. Todo este paisaje de engañifas, estafas y retóricas ideológicas, que han abundado en la UT desde su fundación, puede ser el producto de la pobreza y ausencia de oportunidades efectivas de empleo, escolarización y ascenso social, identificables desde la Colonia. Y quizás, es por ello que, al modo del pícaro español o ladino de los andes, los principales responsables de la crisis en la UT, ruegan compasión al mismo tiempo que embaucan para darse sus generosos medios de vida. No obstante, como Comisionado de Paz no puedo aceptar que la izquierda, la derecha, y los líderes ambientalistas y estudiantiles, exploten impunemente los recursos públicos del alma mater como si fueran un botín de guerra, o apoyen en sus plataformas políticas a los directos causantes de tal despilfarro.

Escolio ocho. En los últimos 6 años la universidad en cuestión ha tenido la fortuna de vincular valiosísimos intelectuales del orden nacional y latinoamericano. Pero esa caterva de directivos y abogados que la gobiernan con avezadas bribonerías, los obligaron ya a buscar mejores climas laborales y verdaderas comunidades científicas. Poco a poco veremos el éxodo, y a esas personitas que detestan la ilustración despedirlo con regocijo, pues aquí se paga con creces la mediocridad, el cinismo y la inmoralidad. Y nosotros, los locales más conscientes de la oportunidad perdida, rogando de nuevo que otros talentos quieran habitar este desierto.

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