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De las viejotecas y otros cuentos

A nuestra ciudad siempre la han enmarcado con la música y su rotulo de capital musical es bien reconocido a nivel nacional e incluso internacional, hasta ahí todo está bien, pero que la ciudad esté llena de lugares donde la música pasa los limites sonoros permitidos y no respeten las normas exigidas para su funcionamiento,  eso no lo podemos seguir usando de excusa, que por ser ciudad musical la música suene a todo dar.

Para ser más concreto soy víctima directa de las viejotecas de la calle 15 entre carreras 4ª y 5ª que están irónicamente ubicadas en los bajos de un hotel, (pobre huéspedes), estos lugares funcionan de domingo a domingo y hasta las 3 de la mañana, el ruido exagerado y la mezcla de ritmos hacen las noches insoportables, sumándoles que algunos de estos locales tienen servicio de karaoke, así que podrán imaginar la tortura china de los gritos y alaridos de algunos que con dos cervezas se creen cantantes.

No tengo nada en contra de la música, todo lo contrario, me encanta y trabajo para una emisora que tiene la mejor programación de baladas románticas, pero en las noches ya le tengo pavor a Leonardo Fabio, ya la Fresa Salvaje de Camilo Sesto la detesto y la Maldita Primavera de Yuri es desesperante, lo peor de todo es que quienes trabajan allí no tienen el mas mínimo aprecio a la música, llegan a poner  en una misma hora a Vicente Fernández, Los Panchos, Boney M y rematar con Ras Tas Tas.

En fin, indiferente a las canciones y su repetido y poco innovador repertorio de temas  y su mal gusto a la hora de programarlas, las verdaderas preguntas son: ¿Dónde están los operativos de la oficina de Espacio Público?, ¿qué entidad debe regular y controlar este tipo de negocios? Se supone que deben tener paredes aisladas pero resulta que el ruido sale por sus ventanas que van a dar a todos los edificios de apartamentos vecinos ¿por qué no hay sanciones?

Muy seguramente quienes lean este artículo tendrán muchos locales para denunciar en sus barrios, conjuntos, establecimientos que con fachadas de tiendas venden licor y ponen la música a todo volumen sin control alguno y sin la mínima idea de saber a dónde denunciar, porque como es habitual en nuestra ciudad, las entidades encargadas se “tiran la pelota”, y ninguna responde.

Mientras espero respuestas, seguiré desde mi ventana, no como la canción de Yuri, sino desde la mía, soportando noche tras noche, el ruido y las malas mezclas musicales de las viejotecas de la 15 entre 4ª y 5ª, que nos quitan el sueño y nos sumergen en la pesadilla de saber que como ciudadano, no tememos quien defienda nuestro derecho a la tranquilidad.

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