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Festival folclórico: Goce de unos, negocio de otros

Los orígenes históricos de las fiestas de San Juan -el Bautista- están ligados a los solsticios masónicos de verano y, por eso, es una celebración casi universal que une a esta hermandad en el día de su patrono.

Dice la leyenda que: “El 24 de junio de 1717 cuatro logias inglesas se reunieron en la taberna Goose and Gridieron y formaron la que denominaron Gran Logia de Londres y Westminster”, desde entonces esta fecha entra a la memoria colectiva de una orden secreta que contribuyó a la transformación del mundo empezando por la revolución francesa y la independencia de América.

No olvidemos que George Washington, Simón Bolívar, Sucre, Francisco Miranda, San Martín, Bernardo O'Higgins y La Gran Logia de Lauraro, entre tantos otros, fueron precursores de la libertad y eran hermanos masones.

Esta es una fiesta cristina de origen pagano donde la noche de San Juan, se constituye la más representativa impregnada de leyendas, alegorías y ritos, donde el fuego le da la bienvenida al día más largo del año y ayuda al sol a ser el astro más fuerte del planeta tierra.

Se celebra de diversas y con contenidos distintos en Inglaterra, España, Portugal, Noruega, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Francia, Italia, entre otros en el Viejo Continente y, en Hispanoamérica, en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Venezuela y varios países de Centro América. 

En este día, también la masonería, posesiona cada año a sus dignidades como el Venerable Maestro, que es el líder o jerarca máximo de las logias y rinde culto a su Gran Maestro, San Juan -el Bautista-.

En este marco,  las fiestas sanjuaneras del Tolima no son ajenas a esta tradición, el 30 de julio de 1934, la Asamblea Departamental a través de Ordenanza, declaró el 24 de junio fiesta departamental, siendo gobernador de aquella época Rafael Parga, hijo de un exministro de Educación masón, que pese a tener sólo dos artículos, recogen las tradiciones encéntrales, credos, mitologías, sonidos musicales y todo el acervo cultural y folclórico de nuestra región.

Más tarde, en el año 1959, Adriano Tribin Piedrahita, un dirigente conservador y de la Federación de Fútbol, organizó el festival agregándole el ingrediente de la paz.

El país y el Tolima comenzaban a salir de la aciaga violencia entre liberales y conservadores, y se necesitaba un catalizador que uniera a godos y collarejos, en concordia y armonía y nada mejor que los festejos, según nos dijo Adriano.
 
Pero con el correr del tiempo y de las dos últimas administraciones locales, esta celebración fue decayendo en todos los sentidos: cultural, folclórico, tradicional, de paz y alegría, hasta convertirse en una jarana de borrachos de esquina y reinas en apuros de asegurar mejores días.

Además de contratistas inescrupulosos que buscan llevarse la mejor tajada sin mayores esfuerzos,  de los miles de millones de pesos que hoy se invierten del erario público. Y donde, nuestros artistas solo reciben migajas groseras del opulento serrucho que mueven los que contratan.      

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