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S.O.S por la universidad pública, S.O.S por la UT

El último “golpe de opinión” del Ministerio de Educación Nacional (MEN), con la publicación de los resultados del “Modelo de Indicadores del Desempeño de la Educación Superior” (Mide), deja un mensaje muy negativo para la universidad pública colombiana en general.
 
Este índice de medición no se puede analizar por fuera de las demás iniciativas de propaganda del MEN en materia de educación superior, ya que viene a reforzar el modelo de universidad al que apunta la reforma fragmentada que, de manera soterrada, adelanta al marco regulatorio de la educación superior.
 
Después de la derrota del ministerio en 2011 a manos del movimiento social universitario, el gobierno empezó a realizar la reforma de la Ley 30 que se propuso ese año vía documentos, decretos, planes y programas, en un momento en que la movilización estudiantil y profesoral (en frío) no lo podía confrontar.
 
Más que un ranking espurio, lo que debiera preocupar a los universitarios es la dirección a la que apuntan las consideraciones del denominado “Acuerdo por lo Superior” 2034 del Consejo de Educación Superior, (CESU); el programa “Ser pilo paga”, la Ley 1740 de 2014 de Inspección y Vigilancia, y las iniciativas aprobadas en el Plan Nacional de Desarrollo 2014 - 2018.
 
Iniciativas que reforzaron la política de endeudamiento vía Icetex, crearon el Sistema Nacional de Educación Terciaria (SNET), la Superintendencia de la Educación Superior, y el nuevo Sistema de Competitividad, Ciencia, Tecnología e Innovación.
 
Comparto la opinión del profesor Leopoldo Múnera, en el sentido de que el “Acuerdo por lo Superior” (acuerdo de los integrantes del CESU - con el Rector de la UT a la cabeza - no de la comunidad universitaria) es el eje de todas estas “pequeñas” reformas. De hecho, en un santiamén, pasamos de hablar de “política pública de educación superior” a “política para la educación terciaria”, sin que los actores del sistema conozcamos de fondo lo que ello implica.
 
Los efectos de la reforma fragmentada del gobierno nacional apuntan a varias cosas: 1. Transferir recursos públicos a la educación privada (“Ser pilo paga”, Icetex), 2. Endeudar a las familias colombianas cuyos hijos aspiren a la educación universitaria “de calidad” (sinónimo de educación privada, según el Mide); 3. Aumentar la cobertura de la educación técnica y tecnológica (PND, SNET), 4. Aumentar la tecnocracia para limitar la autonomía y el gobierno universitario (Ley 1740), 5. Envilecer aún más a la universidad pública (condenada a la venta de servicios y a la piñata de los recursos de las regalías).
 
Tal vez por este panorama tan sombrío es que me parece tan mezquina la reacción del Rector de la Universidad del Tolima ante los resultados del ranking del MEN.
 
Sustancialmente,  ¿Cuál es la diferencia entre los datos que tomó el MEN, de los años 2011, 2012 y 2013, con los que alega el Rector sobre los años 2012, 2013 y 2014?, ¿Acaso una universidad podría pasar de estar entre las peores a estar entre las mejores en un año o dos?
 
No me parece paradójico sino poco serio que el Señor Rector rechace el ranking del MEN porque se realizó con datos “desactualizados”, pero en cambio sí celebre el de Scimago, cuyo análisis tomó una muestra de documentos de investigación que van de 2009 a 2013. (Ver portal universidad.edu.co). ¿Cuando nos va bien entonces no importa que los datos no sean actuales?
 
Personalmente, yo no celebraría un ranking que ubica a la Fundación Universitaria San Martín y a Instituciones de Educación Superior (IES) no universitarias por encima de universidades de prestigio en el país.
 
¿Qué sorpresas nos vamos a llevar si conociéramos en profundidad el período y los datos ranqueados en QS y U-Sapiens que dejaron a la UT en posiciones “celebratorias”, de acuerdo con el criterio de la dirección? ¿No nos debemos un balance del impacto real de la investigación y las publicaciones que se derivan de ella antes de celebrar los rankings, o basta con los índices bibliométricos elaborados por las multinacionales que lideran el negocio de las revistas indizadas?
 
No cabe duda de que el Mide es un golpe de propaganda que justificará la transferencia de los recursos públicos a la educación privada, a través del programa "Ser pilo paga" y los créditos condonables del Icetex. De otra forma no se explica que en general, las universidades públicas hayan obtenido los resultados que obtuvieron, debido a los indicadores que el ministerio se sacó del sombrero.
 
Pero más allá de eso, la reacción desesperada del Rector de la UT ratifica dos cosas:
 
1. Que su preocupación no es la institución sino su administración, su “buen nombre”, su imagen, y por supuesto, su reelección, ahora que es Rector-candidato.
 
¿Cómo es posible que se quiera lavar las manos por el pésimo desempeño de la universidad todos estos años en los que, dicho sea de paso, ocupó altos cargos de dirección y representación?
 
Debe ser que por su permanente contacto con la politiquería regional, a José Herman Muñoz se le olvidó que es Rector de una institución de educación superior, y no el alcalde de un municipio. Es propio de los burgomaestres no gobernar con el retrovisor, aunque por estos días haya decidido romper con la regla.
 
2. Que tampoco le preocupa la universidad pública colombiana. Su problema no es con el CESU - del que hace parte como representante de los rectores de las universidades públicas - ni con su nefasto “Acuerdo por lo superior”, ni con ninguna de las desastrosas iniciativas del gobierno, sino con un número en un ranking.
 
De haber ocupado un lugar “decoroso”, estaríamos de fiesta y el Mide habría sido la prueba más fehaciente de su “buena” administración.
 
En mi opinión, el profesor Muñoz Ñungo es responsable de la gran crisis por la que atraviesa la Universidad del Tolima: por una parte, viene agenciando con una máscara progresista la política neoliberal del gobierno Santos, y por otra, ha entregado la universidad a la voracidad de la politiquería de izquierda y de derecha, cooptando por igual a estudiantes, profesores y a fichas clave de políticos tradicionales que apoyan su administración.
 
A propósito: Los becarios de la UT que adelantan su formación doctoral en distintas universidades del mundo llevan 50 días sin recibir los rubros de su manutención. Como quiera que es difícil que en Chile, Argentina, Estados Unidos, Portugal, España e Inglaterra fíen lo del arriendo y la comida, la administración debería hacer un gran esfuerzo por consignar esos recursos, pese a la grave crisis financiera de la cual ella es responsable.
 
Señor Rector, así no sea por humanidad, por lo menos por utilitarismo o por un cálculo político, debería buscar con qué pagarle a sus becarios, no olvide que los futuros doctores serán indicadores para nuevos rankings. De pronto en esos salgamos mejor librados. 

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