Caídas en adultos mayores, un riesgo frecuente pero subestimado

Uno de cada tres adultos mayores sufre al año entre una y tres caídas, las cuales aumentan con la edad, con una prevalencia del 25 % en personas entre los 65 y 70 años, y del 35 al 45 % en adultos entre los 80 y 85 años.

Algunos factores naturales del envejecimiento físico alteran la marcha y el equilibrio propiciando las caídas; entre estos están la alteración de la acomodación, la disminución de la circulación sanguínea y de la conducción nerviosa del oído interno, los reflejos más lentos, la atrofia muscular, sarcopenia y degeneración de estructuras articulares.

Así lo señala la fisioterapeuta Ingrid Janin Guzmán, especialista en Fisioterapia en Paciente Adulto Crítico de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

“El riesgo de caída es la susceptibilidad a que estas pueden causar daño físico que a su vez puede generar lesiones serias, incapacidades y algunas veces, la muerte”, advierte la especialista.

Las caídas pueden suceder en cualquier lugar y momento, de manera inesperada, en la que la morbilidad y mortalidad son significativas tras uno de estos eventos.

Según la OMS, las caídas  son la segunda causa mundial de muerte por traumatismos involuntarios, que son un problema importante para la salud pública. Se calcula que en todo el mundo fallecen unas 684.000 personas debido a caídas, y que más de un 80 % de ellas se registran en países de ingresos medianos o bajos.

Por su parte, los mayores de 60 años son los más afectados por caídas mortales y cada año se producen 37,3 millones de caídas, cuya gravedad requiere de atención médica.

Más que una “simple caída”

El Ministerio de Salud y Protección Social reporta que las caídas accidentales (involuntarias, no pueden predecirse y no ocurren por culpa de la persona) ocupan el 14 % y puede pasar por derrames en el suelo, desorden, una iluminación inadecuada y demás factores externos.

Además están las caídas fisiológicas accidentadas (son predecibles, se presentan por tropezones o resbalones) que se presentan en el 80 % de los casos, por dificultades para caminar, alguna discapacidad cognitiva, o en personas que requieren ayudas externas para su marcha, como caminadores y bastones.

Por último están las caídas fisiológicas no anticipadas (no se esperan, no son predecibles la primera vez y su objeto es prevenir una segunda caída) que se ven en el 6 % de los casos y se dan por desmayos, mareos, ataques epilépticos, fracturas patológicas de la cadera, o por efecto de algunos medicamentos (depresivos, diuréticos).

“Una caída puede ser el indicio de una enfermedad que no se ha detectado previamente, visual, del sistema locomotor, entre otros, razón por la cual es importante hacer un análisis de esas caídas”, señala la fisioterapeuta Guzmán.

Las personas que se caen al menos una vez tienen mayor riesgo de caerse en los próximos días o meses, y cuando es muy repetitivo puede generar en los adultos temor por volverse a caer, lo que se conoce como “síndrome poscaída”, que afecta su movilidad, seguridad y actividad física.

Factores que predisponen

Según la fisioterapeuta, algunos de los factores ambientales que más predisponen a una caída son las viviendas, que en ocasiones tienen suelos irregulares, pisos deslizantes, con desniveles, o no hay un contraste de colores para identificarlos.

La iluminación también influye, ya sea por luces muy brillantes o insuficientes que impiden una correcta visión; escaleras sin iluminación, sin pasamanos, peldaños irregulares, altos y sin descansos, muebles o alacenas demasiado altas, falta de pasamanos en los baños, pisos húmedos, entre otros factores que pueden ser modificables.

“En la calle estas caídas se dan por aceras estrechas o con desniveles, pavimento defectuoso, semáforos de época duración; en el medio de transporte se ven caídas porque los escalones, por ejemplo, son demasiado altos para esta población o cuando hay movimientos bruscos dentro de los vehículos, llevando al desequilibrio de las personas”, detalla la especialista.