El nuevo coronavirus convive entre nosotros, es una realidad que debemos aceptar y no debemos mirar para atrás y echarles la culpa a los chinos porque se tomaron hace ocho meses una sopa de murciélago ni creer que se trata de una teoría conspirativa para implantarnos un chip y controlarnos.
Por favor, debemos mirar hacia el horizonte y evaluar de qué manera podemos salir adelante de esta pandemia que tiene azotado al mundo y que al día de hoy ya cobra más de 10.000 muertes en nuestro país.
Sin embargo, cada vez la situación es más confusa y compleja de lo que creíamos. Nos llega mucha información día tras día de diversos entes nacionales, departamentales y municipales con medidas con la noble intención de “salvaguardar la vida”, pero sinceramente el mensaje no cala y no se digiere con facilidad acatar el tipo de ordenes instauradas.
Por ejemplo, en Bogotá se pretende confinar a las personas obesas, diabéticas e hipertensas, con el argumento, válido por cierto, que estas personas tienen mayor riesgo de sufrir complicaciones en caso de adquirir la covid-19.
La razón tiene fundamento científico, pero la implementación de la medida carece de método para llevarla a cabo. El secretario de Salud de la capital, en entrevista radial, indicaba que las EPS tenían en su base de datos esa información y podían dar la mano. Hay mucho subregistro de estas anteriores enfermedades, la mitad de la población está en sobrepeso y en nuestro país no existe un sistema robusto que se caracterice por la prevención primaria en salud.
Además, por otro lado, las otras enfermedades que quedan excluidas, ejemplo, pacientes con cáncer, inmunosuprimidos, con enfermedades pulmonares crónicas como (asma y EPOC), para ellos no hay protección ni decreto. El riesgo de adquirir el virus lo tenemos todos por igual y las consecuencias en nuestro cuerpo son diferentes en cada persona. ¿No han visto que han fallecido personas jóvenes sin ninguna enfermedad de base? La cuarentena así sectorizada por enfermedades no es una opción.
En otros lugares, como Santander, últimamente con incremento de casos de manera ascendente, el gobernador aumenta a dos dígitos el pico y cedula, y propone la llamativa idea de solicitar la prueba de PCR con cinco días de antelación a las personas que intenten ingresar al departamento. Esto es una especie de “pasaporte inmunitario”. Medida anterior llena de controversia y con intención más populista que científica.
En el Tolima, los mensajes también han sido confusos. Por una parte, el gobernador Orozco ya se atrevió la semana pasada en un programa de radio, de forma un poco osada, a ponerle el precio de la vacuna. “10.000 a 12.000 pesos”, dijo que costaba cada dosis. Pretende liderar una convocatoria con los demás 32 departamentos para asegurar los recursos y garantizar la vacuna a sus ciudadanos. Otra medida populista.
En Ibagué, implementan un modelo 5 x 2 (eso quiere decir cinco días de productividad laboral y dos días de confinamiento) con toques de queda rigurosos los fines de semana y en algunos casos incluyendo los lunes. No se tuvo en cuenta para la medida anterior a las agremiaciones del sistema de transporte público de la ciudad, que irán a paro la próxima semana. La pregunta es: ¿En qué se van a movilizar las personas que deben ir a cumplir sus citas médicas o a cumplir sus actividades laborales primordiales exceptuadas en el decreto? Y, paralelamente, solicitan al Ministerio del Interior la reapertura de establecimientos de ocio como billares, bares y casinos. No obstante, esto último no se aprobó.
La encrucijada a la cual nos estamos enfrentando entre reactivar economía y proteger vidas es de una complejidad nunca antes vista en la historia reciente del país. Se pueden lograr las dos, pero siempre consensuando con los expertos en la materia: los profesionales de la salud. Darle la batuta, la voz y el poder para que ellos a través de su experiencia y conocimiento marquen las pautas en cada región del país. Pero ya basta de alcaldes y gobernadores con ínfulas de epidemiólogos y salubristas cuya resonancia en sus declaraciones lo que están logrando es ser un motivo más de confusión que se combina perfectamente con las cadenas falsas de WhatsApp de la tía.
Nota de cierre: Uso de tapabocas permanente, lavado de manos y distanciamiento social. Sigamos estas tres recomendaciones al pie de la letra.