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Más allá de la banalidad

Para los intelectuales, el tema de los reinados no merece ni siquiera una opinión. Para los detractores es una payasada y un embeleco inútil. Entretanto, para sus seguidores, una forma de entretenimiento y arraigo de región.
 
Los sociólogos opinan que es una manera de consolidar el imaginario colectivo, que todo pueblo que se respete tiene una reina, influenciados por tiempos monárquicos y la necesidad de contar con alguien especial a quien rendirle homenajes: verla diferente a los demás cristianos del común.
 
También afirman los expertos que en tiempos modernos es una forma mediática de dar a conocer una niña, para que a la vez ésta proyecte la imagen de su representado. Se concluye de este modo que una cara linda y un esbelto cuerpo, natural o a punta de cirugías proyectan y calan, al punto de conquistar coronas y honores.
 
En Colombia a lo largo del año se realizan más de 400 reinados, pero sobresale  el que se cumple en Cartagena y se enmarca en la conmemoración de su Independencia, en noviembre, con la especial característica que la que se lleve la corona representará al país en el certamen de la belleza universal.
 
Por estos días los tolimenses se alborotaron con el tema real porque ya un comité escogió la representante al reinado nacional de la belleza. La prensa escrita local tiene en su versión online la encuesta para calificar de uno a cinco   las atribuciones físicas de la candidata. Como era lógico no faltaron los inconformes reclamando que no se cumplieron a ‘raja tabla’ los cánones para su elección. En su debut ante la prensa la reina se autocalifica como bella, inteligente y humilde.
 
A lo largo de los 80 años que completa este evento, el Tolima una sola vez  ha conquistado la tan anhelada corona. Han pasado ya 49 años. Mientras que otros departamentos contabilizan hasta 7 y 8 coronas. ¿Qué pasará?
 
Una respuesta a este interrogante puede ser la falta de visión y preparación de quienes hacen la elección, porque buscan una reina pensando únicamente en su papel en Cartagena, sin traspasar la frontera del certamen mundial. Por otra parte, otras regiones con mayor acierto en esa selección, logran llevarse la corona nacional y arañar virreinatos en el internacional.
 
Otra pregunta interesante: ¿Será que las bellas entre las bellas no se le quieren medir a la dinámica de un reinado? Raro, porque toda mujer lleva en su corazón una reina. O mejor, ¿no las buscamos?
 
Si miramos la utilidad de un reinado para la región  -siendo sinceros- solo queda la ilusión y la esperanza de tener soberana. En este negocio solo ganan los patrocinadores y la Fundación dueña del certamen que preside Raimundo Angulo, herencia de su señora madre, Teresa Pizarro de Angulo. Este negocio particular no permite la descentralización de un evento que bien podría realizarse cada año en un departamento diferente, lo que dinamizaría -momentáneamente- la economía de las regiones.
 
Los tolimenses no hemos asumido muy en serio esta elección que va más allá de la banalidad, porque si es cierto que se busca proyección local, regional, nacional o internacional, la  decisión debe quedar bajo la responsabilidad de  verdaderos expertos, sin que medien influencias o preferencias de ninguna índole.
 
Mientras eso pasa, asistiremos nuevamente a la versión de un reinado que en los últimos diez años refleja una inevitable decadencia por la pérdida de sus verdaderos objetivos. Y repetiremos: “Esta vez será la vencida”.
 
Amanecerá y veremos.
 
Abogada.

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