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La compasión: el escenario en que las mujeres le ganan a la violencia

El pasado 25 de noviembre se volvió a conmemorar el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, una fecha en la que se busca generar procesos de sensibilización en torno al respeto de los derechos de las mujeres y niñas en el mundo.

Muchos aceptaríamos que no debería existir tal fecha, que ninguna mujer debería transitar en escenarios de violencia por el simple hecho de ser mujer. No obstante, tal como sucede con otras conmemoraciones o celebraciones, es preciso dar un día simbólico a lo que debió ser siempre permanente. En este caso, el respeto a la mujer.

Las violencias sobre las mujeres pueden ser de todo tipo, lo que abarca no solo la lesión física, moral y psicológica. Existen otras nuevas maneras de actuares violentos contra las mujeres, algunas pasan de modo tan imperceptible que se instalan como normales. De allí el lenguaje crudo en los contenidos de canciones, programas televisivos o de plataformas de video, o redes sociales, en donde la mujer no solo es cosificada sino denigrada.

Los estereotipos de mujeres que en lo físico deben contener al menos rostros lindos y simétricos, cuerpos tonificados, abdómenes planos, piernas libres de venas y celulitis, pieles jóvenes sin flacidez, etc., pululan en redes sociales buscando la aceptación entre pares y extraños, y de cierta manera, promoviendo una desigualdad sin precedentes entre las mismas mujeres. Porque “si no tienes filtro, no cuentas”. 

Incluso, ya no se trata de recibir likes sino de poder decir “existo porque vieron mi historia o estado”. Se ha creado así una realidad paralela donde las mujeres transitan en la autoaceptación, la trampa de la complacencia del otro y en un modo de violencia que termina en el odio propio.

No es mentira que las mujeres mueven buena parte del mercado digital, no solo como modelos de cientos de cosas que a veces nadie requiere, sino además como compradoras, empresarias e influenciadoras de contenido y tendencia. Esto puede ser advertido como bueno y de crecimiento, pero también la pone en un escenario en el que de modos descarnados se ve envuelta en juicios por sus propios pares. 

Alguna vez en una reunión con un grupo de mujeres jóvenes, una de ellas se acercó a consultarme sobre el acoso que estaba recibiendo desde una red social en la que su expareja (otra mujer) le amenazaba con publicar una foto con contenido erótico sino regresaba con ella. 

Entre el mismo grupo, otra mujer me preguntaba sobre las acciones que podía emprender por la suplantación de su perfil de Facebook, al parecer por la nueva pareja de su exnovio.

Una más, de hecho, la más bonita del grupo, leía los comentarios que en una red social le habían dejado otras mujeres en los que le decían “ojalá la buena mano que tienes para maquillarte la tuvieras con tu novio”, “¿le pediste permiso a tu novio para poner esta foto de exhibicionista?”. 

En medio de la conversación fueron varias las infidencias que afloraron de estas mujeres, muchas de sus expresiones denotaban el terrible agobio que en ocasiones resulta del rol de ser mujer. Aunque ellas no lo advirtieran, todas estaban rodeadas de actuares violentos que, si bien no provenían de modo directo de los hombres, no por ello dejaban de ser lesivos.  

En resumen: ser mujer es todo un desafío, siempre ha sido así. Sin embargo, comparado con otros tiempos, debemos asumir nuevos retos que asociados a los usos de redes sociales y a los estereotipos de belleza actuales, obligan hoy más que nunca a desarrollar actuaciones compasivas entre nosotras; a asumirnos como mujeres iguales en la diferencia, y apoyarnos desde el lenguaje, que al hablar de otras nos veamos en ellas, para que de ese modo podamos empezar a transitar en un camino en el que todas tenemos espacio, porque la violencia no siempre está en las acciones de otros hombres. 

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