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Subida en un árbol: así estudia una niña de la zona rural de Ibagué para acceder a internet

Así son las maromas que hace esta niña del corregimiento de San Bernardo, zona rural de Ibagué, para acceder a sus clases virtuales.
Ibagué
Autor: Juan David Ortiz
Autor:
Juan David Ortiz

La pandemia del COVID-19 cambió por completo la manera en cómo se educa Daniela Alejandra Castillo Ochoa, una niña de 12 años de edad que reside en la vereda San Cayetano parte baja, ubicada en zona rural de Ibagué.

Desde que se decretó el aislamiento preventivo obligatorio, las clases presenciales en la escuela finalizaron y el aula se trasladó hasta su humilde vivienda ubicada en medio de una montaña del corregimiento de San Bernardo.

Sin embargo, el regreso a clases ha sido toda una odisea. Como Daniela no tiene computador y mucho menos servicio de internet, tuvo que pedirle prestado a su papá el único celular que hay en la casa con el fin de comunicarse con su profesora de sexto grado vía WhatsApp.

El inconveniente que ha tenido que sortear esta pequeña para poder recibir sus lecciones virtuales, sin duda, ha sido el acceso a la red. En esa zona rural la cobertura es tan deficiente que los datos móviles cogen en algunas zonas de la finca y en determinadas horas del día.

En medio de la búsqueda, su padre identificó un punto en el que la señal es estable y no presenta problemas: nada más y nada menos que encima de un árbol de limón ubicado a más de 10 metros de su casa.  

“El árbol se convirtió en mi salón de clases, aquí es donde yo estudio y hago mis tareas porque me coge la señal”, cuenta la menor en un video que está circulando por redes sociales.

Con entusiasmo, Daniela lo intentó los primeros días, pero las incomodidades de estar moviéndose entre las ramas durante horas, la agotaron.

A raíz de la situación, su padre se las ingenió y acondicionó unas tablas dentro del árbol que se convirtieron en un improvisado pupitre para que la niña pudiera sentarse y realizar sus tareas más confortablemente.  

“Este es el pupitre que mi papá me hizo para que yo pudiera estudiar. Sin embargo, a veces no puedo hacer las tareas porque llueve. Nunca pensé que tenía que subirme a un palo de limón para estudiar, pero me siento muy feliz”, expresa la pequeña mientras se sube con destreza al árbol de por lo menos tres metros de altura.

Las adversidades propias de vivir en el campo y la falta de herramientas tecnológicas no han sido impedimientos para que esta menor continúe educándose contra viento y marea.

De hecho, según sus padres, Daniela ocupa los primeros lugares de su salón y se caracteriza por ser juiciosa con sus tareas y supremamente dedicada a las clases de biología y matemáticas.

A pesar de las incomodidades esta pequeña sigue sonriendo y tomando como un juego el hecho de subirse todos los días a un árbol a aprender y como ella misma dice “para poder salir adelante”.

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