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Historia de una hazaña: familia preparó 700 brownies para el Jamming y una ola de solidaridad en Ibagué los compró todos

Dicen que después de tocar fondo, lo único que queda es levantarse y ‘frentear’. Esta es la historia de cómo una oleada de clientes convirtió la crisis en un festival.
Historias
Autor: Juan Esteban Leguízamo
Autor:
Juan Esteban Leguízamo
Historia de una hazaña: familia preparó 700 brownies para el Jamming y una ola de solidaridad en Ibagué los compró todos

Lo que empezó con angustia, acabó con felicidad. Este es el caso de Santiago Sosa y su empresa familiar –Pettit Bakery– quienes a pocas horas de arrancar el Jamming recibieron la noticia de su cancelación como un baldado de agua fría.

Habían preparado 700 brownies, habían trabajado durante tres días enteros y habían invertido más de $2.000.000 en insumos. Pero dicen que después de tocar fondo, lo único que queda es levantarse. Esta es la historia que jamás pensaron vivir ni contar.

“Quedamos en shock. Ya todo estaba acordado y preparado. El día anterior habíamos estado en Playa Hawai con los organizadores del Jamming, nos habían entregado la manilla para los tres días y nos habían indicado dónde quedaría nuestro stand. Entonces pasó lo que pasó”, relató Santiago Sosa.

Y agregó: “Nosotros inicialmente habíamos preparado muy pocos brownies. Sin embargo, los organizadores del Jamming nos dijeron en una reunión previa que hiciéramos más. Fue así que terminamos haciendo más de 700, trabajando fuertemente con mi familia durante tres días. Incluso alquilamos un horno industrial y en solo insumos se nos fueron más de $2.000.000”.

En medio del desespero, decidieron recurrir al corazón y la buena voluntad de los ciudadanos, y el resultado fue como una bola de nieve sobre una pendiente.

“El ‘voleo’ comenzó a las 8:00 de la mañana de ese viernes, y a las 3:00 de la tarde ya teníamos que decirles a todos: se nos acabaron. Por eso, ofrecemos disculpas a todas las personas a quienes no pudimos atender ni contestar en WhatsApp: recibimos más de 1.000 chats”, indicó Sosa.

“Nos sorprendió bastante la oleada gigante de solidaridad. Hubo muchos mensajes de apoyo y recibimos demasiados pedidos. Los vendimos absolutamente todos en un par de horas”, manifestó.

Fue tal la masiva cantidad de mensajes y la deuda que sentían por sus clientes, que optaron por responder, uno a uno, los más de 1.000 mensajes.

“Decidimos responder todos los chats y en esas duramos hasta las 3:00 de la mañana, explicando que se nos había acabado el inventario. Incluso nos ofrecieron donaciones, pero les pedimos que los entregaran a otros emprendedores que lo necesitaban más que nosotros”, sostuvo.

“¡Gracias a la gente que le puso el alma! A todas las personas los invitamos a colaborarles a los otros emprendimientos que aún no han vendido todos sus productos”, sentenció.

Por eso, el verdadero acontecimiento en Ibagué no fue la suspensión del Jamming, ni los 150.000 visitantes que acogería esta ciudad. No. La verdadera hazaña vino por otro lado: a través de una oleada de solidaridad que convirtió la crisis en un festival (que aún no concluye).

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