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Así se salvaron dos mujeres de Ibagué de caer en manos de un presunto violador en la vía hacia Buenos Aires

"Hizo un gesto que le desfiguró el rostro, como perdiendo el control y la calma", contó una de ellas, luego de ver sus manos ensangrentadas. Este es su testimonio.
Ibagué
Autor: Redacción Ibagué
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Redacción Ibagué
Así se salvaron dos mujeres de Ibagué de caer en manos de un presunto violador en la vía hacia Buenos Aires

Eran las 7:00 de la mañana de un sábado cuando Camila y Lucía, como serán llamadas las protagonistas de este relato, decidieron salir a recorrer una ruta, por la que, sin saberlo, vivirían su propia película de terror.

Su destino era el peaje de Gualanday, en Ibagué. Partiendo desde Makro, su recorrido rodeaba el Parque Deportivo y bajaba por la vía hacia el Aeropuerto Perales hasta llegar a Las Américas.

“Ahí uno tiene dos opciones: seguir por la Variante, que es muy sola, o bajar hasta el peaje, como hacen los ciclistas, pero caminando", contó Camila.

Luego de tres horas de caminata por una solitaria vía, llegaron al escenario en el que se desencadenaron sus más profundos miedos: dos kilómetros antes de llegar a Altoque, en la vía hacia Buenos Aires.  

A eso de las 10:30 de la mañana, según narró, pasaban por un matorral, cuando –de repente– saltó un hombre a sus espaldas.

"El tipo tenía un aspecto como un habitante de calle, porque iba descalzo y sucio. Era alto, blanco, acuerpado, crespo y sin un diente", detalló.

Un detalle llamó la atención de las dos mujeres: las manos del hombre estaban cubiertas de sangre seca, un signo más de alerta.

"Yo le dije: uy me asustó. El tipo me dice: no se asuste, deme el agua, y se la dimos. Empezó a quedarse al lado de nosotras y yo decía: hay que seguir trotando porque hay que dar para adelante para ver si encontramos a alguien", dijo.

Y agregó: “el señor nos dijo ¿por qué no corren? Corran. Obviamente, arrancamos a correr, pero cuando corrimos, cogió ‘pique’, nos adelantó y se devolvió. No nos lo pudimos zafar".

Asimismo, Lucía indicó que el hombre, quien aparentemente lucía joven, empezó a interrogarlas: ¿A dónde van? ¿De dónde vienen? ¿Las recogen? Eran algunas de las preguntas.

“Él empezó a hacernos la charla. Físicamente tiene las características de un homicida. No estaba bien, tenía un problema mental”, expresó.

"Nos preguntó que de dónde vinimos, para dónde vamos, que si nos recojen. Nos dijo: tranquilas que yo no robo a las mujeres, y efectivamente él no nos iba a robar", añadió.

Aunque el hombre se comportaba sospechoso, una nueva alerta llegó cuando él, literalmente, se transformó.

"Hubo un momento en el que él se agachó, porque se le empieza a caer la pantaloneta y las crocs, y cuando se levanta, le cambia totalmente la cara", contaron ambas.

Y explicó Lucía: “hizo un gesto que le desfiguró el rostro, como perdiendo el control y la calma. Se dio cuenta de que eso nos asustó y dijo: no pasa nada”. 

A las 10:35 su mirada se había desdibujado.

"En ese momento, por obra y gracia de Dios, pasó una patrulla de la Policía que se acercó a nosotras, pero el hombre se tiró al monte y se fue", precisó Camila.

Siete minutos, que pasaron tan lento como si las milésimas contaran en el reloj. Tan solo eso bastó para que el corazón de ambas mujeres cambiara su ritmo cardiaco y sus respiraciones, en un compás aturdidor, se entrecortaran.

“La Policía nos escoltó hasta Altoque. Realmente teníamos mucho miedo. Hay que tener medidas de autocuidado por zonas que son poco transitadas. Esto debe ser una lección”, concluyeron, esperando que esta denuncia sea un punto final y no uno seguido, para que no existan más víctimas.

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