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Estudiante de la UT que no tiene acceso a internet asiste a sus clases con el wifi de una iglesia

La historia de una joven rovirense, quien también vende yogur para lograr sobrevivir sola en la ciudad.
Historias
Autor: Valentina Castellanos Jater
Autor:
Valentina Castellanos Jater
Estudiante de la UT que no tiene acceso a internet asiste a sus clases con el wifi de una iglesia católica

"Quiero hacer todo lo posible para salir adelante y demostrarle a mi familia que la educación sí vale la pena".

Pasión y entrega son dos sentimientos que le caen como anillo al dedo a Dora Patiño Galindo: una joven quien con disciplina logra asistir a sus clases virtuales de Licenciatura en Matemáticas en la Universidad del Tolima,  por medio del wifi de la Parroquia San Francisco de Asis de Ibagué. 

"Estoy cursando mi primer semestre de esta carrera aquí en la ciudad, pero soy de la zona rural del municipio de Rovira. Entonces, desde los 15 años he estado estudiando por fuera de mi casa, pues mi familia no tiene los recursos económicos para ayudarnos y por eso decidí buscar por mi cuenta", contó. 

Así pues, se trasladó a Chaparral para continuar estudiando hasta cumplir la mayoría de edad y volver a su lugar de nacimiento junto a su familia. 

"Terminé mis estudios de bachillerato en la Institución Educativa “La reforma” en su sede Prado Pando, en el 2020", puntualizó. 

Según lo manifestado por la rovirense, llegó a la capital del Tolima en busca de sus sueños, porque tres de sus grandes amores son: las matemáticas, la enseñanza y los libros. Por tal motivo, busca que alguien pueda darle un Algebra de Baldor para seguir aprendiendo. 

"Me encantan las matemáticas y aprender para enseñar. Por eso, todos los días voy a ver mis clases virtuales en la red digital de la Parroquia. Cuando se va el internet allá, una vecina del frente me da la clave del internet de ella y entonces me hago ahí en el andén", narró. 

Su realidad

Hasta el momento, no ha recibido el apoyo de su familia para estudiar e incluso le dicen que el estudiar no le servirá para nada en la vida, pero eso es algo que no le preocupa, porque "cuando tú aprendes algo y lo enseñas, lo aprendes dos veces". 

Por ello, siempre llega motivada a la iglesia, se sienta en una escalera o en un andén, toma su tableta y su cuaderno, enfoca su mente en la clase y se dedica a escucharla.

"Es bastante difícil y el nivel de concentración es exigente. El ruido de los autos me distrae. También, por ejemplo, estando en la casa de la vecina, como ella labora con costuras, el ruido de las máquinas o los clientes también me distraen", acotó.

A sus 20 años, Dora vive sola en una habitación arrendada, en el barrio Boquerón, comuna 13 de Ibagué. 

"El arriendo de la pieza la pago con la venta de yogur. Cuando estudié en Rovira nos dieron un técnico en agroindustria, entonces allá aprendí a elaborarlo (...) Con eso me he ayudado los fines de semana. Cuando tengo libre salgo a venderlos", mencionó. 

De casa en casa recorre la joven vendiendo los 10 o 20 litros de yogur que prepara los fines de semana, con el fin de poder pagar sus alimentos, cosas de la universidad, entre otras necesidades. 

Aunque esta es la triste y lamentable realidad que viven muchos jóvenes en Colombia, ella no se siente desmotivada, por el contrario, "estudiar así es algo que vale la pena, a pesar de que no es nada fácil. Es una experiencia muy bonita porque con la ayuda de Dios estoy aquí de pie, saliendo adelante y sin rendirme". 

Y en este vaivén de experiencias transcurre su vida. Entre sus aspiraciones están escritas unas cuantas maestrías, especializaciones y doctorados, porque "tener éxito en la vida no se basa en los resultados sino en el proceso", concluyó. 

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