Carolina Ortiz: la ibaguereña que lleva su arte en resina alrededor del mundo
Las mujeres en el arte son como las flores en la naturaleza: indispensables. Así lo ha demostrado Carolina Ortiz: una ibaguereña, de 30 años, cuyas pinturas han volado por el mundo, literalmente.
Sus cuadros son exclusivos, y no me refiero a su valor monetario, sino al amor, la pasión, las herramientas y el material que utiliza para hacerlos: la temible resina.
¿Cómo llegó hasta este punto? Es una pregunta que giró por mi cabeza en el momento de conocer su arte. ¿Quieren saberlo?
Aquí se los cuento.
“Desde pequeña siempre me ha gustado pintar. Pintaba en carboncillo, pintaba en pasteles, en acuarelas y eso fue siempre
lo que me gustó. En el colegio me iba muy bien en artes”, recordó.
Lo que comenzó como un hobby terminó siendo su motivo de vida, ya que tomó la decisión de estudiar diseño industrial: una carrera que la llevaría a acercarse cada vez más a su trabajo ideal, o mejor dicho, a su estilo de vida.
“Esta carrera te permite a ti enfocarte en muchas cosas. Entonces me encantaba mucho el diseño de espacios, de interiores. Y lo que hacía era diseñar, decorar y todo
lo relacionado con eso”, señaló.
Los intercambios a diferentes países permiten abrir la mente a nuevas experiencias. Al menos así le sucedió a Carolina cuando conoció a su compañera de trabajo.
“Estuve en un intercambio en Australia, donde supe de la existencia de la resina. Entonces, cuando entré a la universidad
empecé a conocer más de este material, pero ahí quedó el tema. Fue entonces cuando empecé a trabajar que inicié a hacer accesorios en resina. De hecho, hacía bisutería y empecé una marca”, manifestó.
Desde ahí nació un nuevo amor, uno algo diferente, de ese que no se siente por una persona.
“Poco a poco me empezó a gustar mucho el material. Empecé a conocer más, empecé a estudiar más acerca de qué era esto, de cómo se pigmenta. Me enamoré completamente de la resina”, dijo.
Un sentimiento llevó a esta artista a dar un paso más en la gran escalera de la vida: crear una nueva marca, pero esta vez con distintas expresiones de arte.
Dar origen a un emprendimiento es un reto de exploración que equivale a más esfuerzo, más sufrimiento, más perseverancia,
pero una vez se logra, todo esto se resume en más satisfacción.
“Ahí es donde empiezo a buscar un nombre y empiezo a buscar algo que me identifica. Como soy de Ibagué y no oculto mis raíces, entonces le puse ‘Ocobo’. Además de ser el árbol emblemático de allá, el ‘cobo’ es la combinación de mi nombre con mis apellidos: C (Carolina), O (Ortiz), BO (Botero)”, explicó con orgullo.
Así fue como hace dos años y medio nació su proyecto de vida. Escaló de pequeños a grandes cuadros, y empezó a experimentar y a explorar dentro y fuera de su zona de confort.
“Dar vida a ‘Ocobo’ no fue fácil, pero ha sido lo más gratificante que he hecho en mis 30 años. Obviamente, al principio todos los emprendimientos son un poco más complicados. El mío comenzó como un hobby, pero después lo volví en un proyecto. Tenía que hacerlo crecer y tenía que formalizarlo”, manifestó.
Rápidamente, sus obras comenzaron a volar. Sí, como lo leen, viajaron desde Colombia hasta Chile, Denver, Miami, y algunos
destinos más nacionales como Cali, Barranquilla y Montería.
"Todo ha sido por redes sociales y un voz a voz. Si me preguntan por un cuadro y de pronto tienen dudas, yo los instruyo. En el caso de los envíos internacionales, las personas me mandan foto de sus espacios, y yo les doy las medidas, les digo los colores y todo”, sostuvo.
Carolina le da vida a sus cuadros en un taller, en donde su principal compañía son su compañero sentimental y su perro
Paccino, un hermoso Golden Retriever y director de calidad de cada obra de arte que se produce en ‘Ocobo’.
“Él es hermoso, es el que me acompaña. Al principio me acompañaba en las largas horas de trabajo mientras cortaba
todo. Él siempre ha estado a mi lado entonces pues lo hago parte también de mi proyecto”, dijo.
Sin duda alguna la historia de Carolina es una muestra más de la fortaleza femenina, esa que buscan muchas mujeres y que por miedo nunca se arriesgan a probar.
“Las mujeres sí podemos. Sí se puede
emprender, se puede luchar, se pueden alcanzar
los sueños”, concluyó.