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El progreso tolimense: entre las obviedades y las necesidades

Apostar por carreteras, suministro de servicios públicos, centros de acopio, nodos intersectoriales, innovación, educación, tecnología, gestión pública y trabajo mancomunado para estimular la actividad productiva en cada municipio del Tolima, entre otros, se convierten en lugar común y suelen adquirir cierto aire de cliché. 

Se prometen en campaña, se consignan en documentos de planeación, conquistan el voz a voz ciudadano y se magnifican en los medios de comunicación, aún así, estas obviedades son un mito para la mayoría de los municipios del departamento. 

El escalafón de la competitividad de los departamentos de Colombia, mediante el cual se mide factores como los anteriormente mencionados y cuya producción se da cada tres años por cuenta de la CEPAL, evidencia los rezagos en la materia. 

Según el último estudio publicado, con una puntuación de 53,1, el Tolima quedó calificado en la categoría “medio alto”. Aunque la posición puede despertar optimismo si la comparamos con el año anterior, los resultados de estos últimos 12 años muestran lo contrario.  

Para el año 2009, el departamento estaba calificado en el rango “alto”, entre 2011 y 2015 en “medio bajo” y, para el año 2017 “medio alto”.

En síntesis, luego de 12 años todavía no hemos logrado recuperar nuestra posición competitiva en “alto”. El proceso avanza con lentitud.  

Pensar el Tolima es pensarse las obviedades: suministro de agua para Coyaima, les llega una vez por semana; carretera para Alpujarra, toca dar la vuelta por Neiva para poder llegar; vías para Ambalema, su potencial agrícola y turístico se pierde; institucionalidad fuerte para Ortega, sus conflictos de tierra siguen creciendo; seguridad para Flandes, un tema delicado desde hace varios años para esta población; señalización turística para el Valle de San Juan, es difícil llegar a los pictogramas prehispánicos (atractivo turístico); y así mil ejemplos más.  

¿Por qué no se trabaja en la obviedad?

Siendo “lugar común”, los elementos de competitividad se convierten en una seguidilla de generalidades, factor que se suma al desconocimiento del territorio.

Todos hablan de carreteras, pero nadie dice cuáles, dónde y en qué dimensiones; todos hablan de potencialidad turística, pero pocos visitan y conocen los atractivos que ofrece nuestro departamento en la materia; todos hablan de la agricultura, pero pocos conocen las condiciones del campo, los efectos de las importaciones y la sumisión al intermediario de muchos campesinos.

Es necesario apostar por las obviedades, pero diagnosticándolas al detalle, en contacto, no al margen del territorio.  

La segunda razón por la que no se abordan con eficiencia las obviedades, obedece a la carencia de un proyecto, uno departamental, no electoral.

Los baronismos, famiempresas y clanes, fragmentan la conectividad intersectorial y modifica el orden de prioridades según argumentos electorales, en lugar de argumentos objetivos.

En muchos casos, excluyen o auxilian municipios según la afinidad política y en ocasiones gestionan recursos o proyectos pensando en los votos que esto podría llegarles a generar, pero no en las necesidades del departamento.  

El progreso del Tolima pasa por aquellos lugares comunes y aquellas narrativas que se expresan en todas las orillas políticas.

No obstante, las obviedades deben desmenuzarse y planificarse acorde a criterios objetivos, en dialogo constante con los habitantes y desde territorio y siempre con el inquebrantable deseo de pensar y apostar por el desarrollo del departamento. 

Ojalá el futuro se nutra con liderazgos legítimos, que actúen con pasión y amor al Tolima, orientados a trabajar en superar tales obviedades, preocupados por servir a la comunidad y no por servirse de la comunidad. 

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