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El inicio del cambio

Innovar no es una tarea fácil, máxime cuando se hace en el marco de unas festividades tan tradicionales como las que se celebran en Ibagué. El apego a lo convencional, el temor a lo desconocido, los paradigmas instituidos durante años y el miedo al fracaso, convergen en lo que conocemos como la “resistencia al cambio”, ese escepticismo y desconfianza que invade a muchos cuando alguien se atreve a proponer cosas distintas. En Ibagué, algunos sectores vaticinaban el fracaso de varios eventos del cuadragésimo cuarto Festival Folclórico Colombiano, debido a las múltiples reformas que implementó la administración municipal. Sin embargo, al final del día los comentarios son en su gran mayoría positivos, pero, sobre todo, los mensajes y enseñanzas que dejó la jornada son más que contundentes.

Se pueden cambiar costumbres sin afectar la cultura

La cultura y el folclor permanecieron intactos: los reinados -municipal, departamental y nacional-, los días que exaltan el sombrero tolimense, el aguardiente, la lechona y el tamal, la serenata San Juanera, las alboradas, los tablados y demás, como siempre rindieron homenaje a nuestras raíces, parodiando la bella canción “nos hicieron correr por las venas un tropel de mil vaqueros”.

Más bien lo que cambió fueron aquellas costumbres que, aunque nada tienen que ver con honrar la cultura tolimense, se habían posicionado cual si fueran lo primordial a la hora de celebrar nuestras emblemáticas festividades: los desfiles no causaron el daño de los jardines sembrados en la carrera quinta ni sus asistentes se arrogaron el derecho de quitarle el espacio público a quienes no participan de los mismos; la gente no tuvo que sufrir por la euforia de los borrachos que otrora se envilecían en la cabalgata, por supuesto tampoco los equinos; la rumba se concentró en tablados sobre los que la Policía ejercía control para evitar camorras con consecuencias indeseables (estas fiestas fueron las más seguras de los últimos años).

Fiestas para todos

La inclusión fue otro de los mensajes que dejó esta versión del Festival. Nunca antes se había integrado a los habitantes de la calle en eventos que les permitieran disfrutar del ambiente folclórico, esta vez se sintieron importantes, fueron parte de la sociedad que normalmente los excluye.

La entrada libre, los múltiples espectáculos para niños y niñas, y la prohibición de la venta de licor al interior del coliseo de Ferias, permitieron que la primera Feria del Equino se convirtiera en un escenario de disfrute familiar, asequible para personas de cualquier estrato y ausente de las reyertas que se presentaban anteriormente.

Como se mencionó arriba, esta vez los tablados populares se ubicaron en sitios estratégicos para que en las comunas se disfrutará el carnaval en forma organizada y segura. En lugar de ubicarlos en la quinta con calles 37 y 42, o en Arkacentro, la gente pudo sentir la rumba más de cerca. Los habitantes de los barrios del sur pudieron disfrutar de su tablado en el barrio Danubio, los del norte en el tablado del Salado, Picaleña también contó con el suyo y, por supuesto, el del Estadio no podía faltar. Todos contaron con requisas al ingreso, prohibición del uso de botellas de vidrio, y presencia permanente de la autoridad. Afortunadamente ningún hecho que lamentar.

Nuevos espacios y más cultura Ciudadana

Algo que fascinó a locales y foráneos fue la adecuación, recuperación y utilización de espacios públicos que parecían abandonados. El desfile por la avenida Ferrocarril y la ubicación de las graderías en pleno Parque Galarza -considerado por muchos un sitio inseguro-, resultó bastante cómodo para la mayoría de ibaguereños porque les brindó más y mejor espacio para ubicarse con sus familias. El parqueadero del Centenario fue completamente embellecido, la Plaza de Bolívar tiene nuevo “look”, el parque de la música esta reluciente, y el Centenario cuenta con nuevos jardines, pintura nueva y por fin se solucionó el problema de la inundación de la concha acústica.

Los comentarios también sugieren que la gente quedó satisfecha por el orden que se vivió en la ciudad durante las festividades, la adecuada organización de los diferentes eventos y la ausencia de hechos que empañaran la imagen de nuestra ciudad.

El centavo pal’ peso

Naturalmente para algunos todavía hacen falta ajustes. Muchos se quedaron con las ganas de asistir a algún evento que ofreciera artistas nacionales o internacionales. Aunque es de resaltar el hecho de dar la oportunidad al talento local, se podría combinar con un evento de talla mayor. Otros pidieron una programación permanente en algún sitio emblemático de la ciudad, por ejemplo, un festival gastronómico con muestras folclóricas que permaneciera abierto durante todos los días que duren las fiestas.

La conclusión es que los cambios propuestos por la Alcaldía de Ibagué para estas festividades definitivamente estimularon el sentido de pertenencia y la cultura ciudadana de los ibaguereños. Si la gente de la ciudad quedó satisfecha, seguramente los visitantes se llevaron una excelente opinión. El reto ahora es comprometernos en cuidar y mantener todo lo bueno que afloró en estos días de Festival, que las buenas costumbres se vuelvan cotidianas y que este sea el inicio de la consolidación de una ciudadanía que esté dispuesta a cambiar para construir la Ibagué que soñamos.

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