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El cambio de vida del soldado que reemplazó el fusil por una pala

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Desde hace 20 días el soldado profesional Jhon Jaramillo Betancourt tiene que enfrentar un nuevo riesgo en su trabajo. Ya no son las minas antipersona. Tampoco son las emboscadas de las Farc. Son las pisadas de los perros callejeros que saltan sorpresivamente sobre el cemento fresco de las vías que están reparando en Ibagué.

El soldado Jaramillo cuenta que su vida -y la de su familia- es otra desde que cambió su fusil por una pala. Él combatió a la guerrilla de las Farc durante 13 años en el Cauca y ahora está sirviéndole al país pero recuperando las deterioradas calles de cuatro barrios populares de la capital del Tolima.

Este hombre de acento paisa y de 1.70 de estatura nació hace 36 años en Cartago, en el norte del Valle, está casado y es padre de tres hijos, de 14, 8 y 3 años. A ellos puede visitarlos cada mes desde que el Ejército Nacional le dio una nueva oportunidad para servirle al país sin el riesgo del "tastaseo", como se refiere él a las ráfagas que escuchaba durante los combates.

Antes, tenía que esperar hasta seis meses pare ver a su familia. Tenía que caminar tres o cuatro días para llegar a un centro poblado para buscar un vehículo de transporte público que lo llevara hasta Popayán.

"Ya no pienso en guerra, me levanto tranquilo todos los días. Sé que puedo volver a la casa, puedo llamar a mi esposa, todos los días hablo con ella, todos los días hablo con mi mamá, con toda mi familia, están todos tranquilos. Una tranquilidad inmensa, siento yo", dice.

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Jaramillo ingresó al Ejército Nacional cuando tenía 18 años y lo hizo -como muchos- porque necesitaba la libreta militar para buscar trabajo. Sin embargo, ante la incertidumbre laboral del país, prefirió continuar en el Ejercito Nacional, en el Batallón Ayacucho de Manizales.

Después ingresó a un batallón contraguerrilla, cuando tenía 22 años, e inició la etapa más difícil de su vida: combatir a las Farc en municipios como Miranda, Caloto y Argelia, entre otras poblaciones del Cauca.

"Estuve 13 años combatiendo a las Farc, y ahora el cambio es mucho. Quisiera que ese tiempo no hubiera existido, que fuera como lo que estoy viviendo hoy: una Colombia diferente. Siento que le estoy sirviendo más al país por acá que por allá, peleando con alguien que no conozco. Uno pelear con alguien que no sabe de dónde es ni quién es", afirma.

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Su mamá, María Betancourt, le dice que nota su voz diferente y es apenas obvio porque ya su vida es otra. "Allá (en el Cauca) trabajaba 25 horas, y acá dependiendo del trabajo: 8 o 6 horas, todo es muy descansado. Al dejar las armas y coger ahora una pala, me siento placentero, y siento que le estoy sirviendo de nuevo al país. Saber que uno se acostaba y no sabía si se levantaba. No podía uno estar tranquilo, por donde caminaba tenía que estar pensando en guerra, que nos íbamos a “tastasear”, como decíamos nosotros. Aquí ya es muy diferente, ya sé que no voy a vivir eso", cuenta.

Jaramillo ahora también tiene tiempo hasta para hacer bromas. Asegura que el único estrés que le produce su nuevo trabajo es originado por algunos perros callejeros. "Ahora el único riesgo son las minas que dejan los perros, son de las que uno tiene que cuidarse para no untarse el zapato", expresa sonriente.

Él, que conoce la guerra por dentro, sostiene que le costaría mucho regresar a las montañas del país a seguir combatiendo contra las Farc -si los colombianos deciden votar No en el plebiscito- porque tiene una mamá, una esposa y tres hijos que esperan siempre que regrese, pero con vida.

"Lo pensaría dos veces (volver al combate), porque uno daba la vida y peleaba por el país, pero es que uno pelear con una persona sin conocerlo y no es justo, todos somos hermanos, todos somos personas, seres humanos, que no merecemos estar en el monte. ¿A cuestión de qué?", se pregunta.

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Al soldado Jaramillo y a otros 35 hombres más del Batallón de Ingenieros número 13 'General Antonio Baraya' les encargaron la misión de acabar con los huecos de los barrios Claret, Ricaurte, Departamental y La Francia, en un convenio que hizo el Ejército Nacional y la Alcaldía de Ibagué.

La tarea realizada por esos hombres ha sido tan destacada, por la celeridad y calidad de las obras, que el alcalde Guillermo Alfonso Jaramillo anunció que hará un nuevo convenio, por $25.000 millones, para que continúen con la recuperación de la malla vial de la ciudad.

Y es que lo hacen con tanto empeño y dedicación, no solo por el compromiso adquirido con el Municipio, sino también por el agradecimiento que tienen con Ibagué, la ciudad que les brindó la oportunidad de servirle a Colombia lejos de las balas y de la sombra de la muerte.

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