“Hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se vive PARA la política o se vive DE la política”. Max Weber (1864-1920).
La Real Academia Española define la palabra casta como la “ascendencia o linaje de una persona”, y la palabra herencia como el “conjunto de bienes, derechos y obligaciones que son transmisibles a sus herederos o sus legatarios”. Ahora ¿Cómo podemos adaptar estos términos a la realidad de la política colombiana?
La política, como término multívoco, se puede entender e interpretar de gran variedad de maneras, pero para fines del presente artículo, tomaré la definición otorgada por Max Weber, en la conferencia dictada para la Asociación Libre de Estudiantes de Munich en 1919,“Política significará, pues, para nosotros, la inspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del poder” (Weber, 1919).
Continuando con el término anterior, la política sirve como medio para llegar a la administración del poder. A su vez, se entiende el poder como la capacidad de conseguir que un actor haga algo que por sí mismo no habría hecho (DAHL, 1961). Siendo así, el ejercicio de la política es la labor con mayor responsabilidad sobre el mundo. De ésta, se deriva el buen o mal funcionamiento de los aspectos económicos, sociales, culturales, humanos y demás factores que intervengan sobre una sociedad. Si el interés individual prevalece sobre el interés colectivo, cómo comúnmente ocurre, no es posible esperar un resultado distinto al de acrecentar el beneficio de unos pocos a costa del perjuicio de muchos. Entonces ¿qué nos lleva a prorrogar una política hereditaria cual monarquía medieval?
Para mirar las razones que llevan a hombre o mujer al ejercicio de la vida política y por ende a la dominación del poder, se analizan tres factores determinantes: la legitimidad tradicional, la autoridad de la gracia (carisma), y la legitimidad basada en la legalidad (Weber, 1919). De estos tres, nos enfocaremos en los primeros dos aspectos, dado que el tercero, como es definido por Weber “creencia en la validez de preceptos legales y en competencia fundada sobre normas racionalmente creadas, es decir, en la orientación hacia la obediencia a las obligaciones legalmente establecidas”, la tomaré en el presente artículo, como la legitimidad incuestionable hacia la legalidad del accionar de las instituciones públicas.
Teniendo por un lado la legitimidad por la tradición y autoridad por el carisma, ¿cuál es la realidad de la política colombiana?
En Colombia se tienen grandes casas políticas que han perdurado por amplios periodos de tiempo, ocupando grandes y diversos puestos tanto de elección popular como cargos burocráticos. Nombrando unos de los cientos de ejemplos tenemos a: German Vargas Lleras nieto del expresidente Carlos Lleras Restrepo, Juan Manuel Santos Calderón sobrino del expresidente Eduardo Santos, Paloma Valencia, nieta del expresidente Guillermo León Valencia, Arturo Char Chaljub quién junto a su familia han marcado la historia política del Atlántico, Juan Manuel y Carlos Fernando Galán hijos del asesinado Luis Carlos Galán, Samuel Moreno Rojas nieto del General Gustavo rojas Pinilla., y así se puede continuar con una lista interminable de como gran parte de las nuevas generaciones de la política proviene de una herencia directa de dicho oficio. Tan solo nos basta con mirar nuestro departamento, donde gran parte del poder político se ha concentrado bajo un mismo apellido y solo quienes ostentan su nombre o solo quienes son ungidos por él pueden acceder y ser participes del accionar público departamental.
Por autoridad del carisma, Colombia tiene dos claros ejemplos (entre muchos otros), que han enmarcado la historia del país. En primer lugar, Jorge Eliecer Gaitán, quien, en medio de un país envuelto entre la violencia bipartidista, surgió como el caudillo de las masas oprimidas y marcó un hito en el discurso político colombiano partiendo la historia política del país en antes y un después. Finalmente se presenta a Álvaro Uribe Vélez, expresidente de la república, quien asciende por el poder empezando desde los gobiernos regionales hasta llegar al más alto mando del país, impulsado por una gran fuerza económica y “militar”, la cual no hubiera sido suficiente de no ser legitimada por un poderoso discurso enfocado en combatir un enemigo colectivo el cual es (para él) el origen de todos los males.
El carisma, bagaje y discurso, no justifican una mala acción, no hacen de un mal político un buen político, no pueden legitimar actos de corrupción o violación de cualquier tipo de derecho, pero hacen parte vital de la esfera de lo político y la comunicación política, que terminará por interceder en la opinión pública.
La herencia de las clases políticas colombianas se ha interpuesto como un dogma celestial sin cuestionamiento alguno, si bien grandes herederos han logrado continuar, cambiar o mejorar el patrimonio político de sus familias, la gran mayoría solo han usado la maquinaría establecida a su nombra para seguir dependiendo de las arcas del Estado como si fuera un derecho divino.
No es suficiente la existencia de la maquinaria y la herencia para perdurar y acceder al poder. En las pasadas elecciones presidenciales, el candidato German Vargas Lleras demostró que el desgaste de su nombre político lo llevo a quedar reducido a ser una sombra por detrás de las agrupaciones políticas actuales, a la espera de unas próximas elecciones donde pueda reencaucharse o ungir a un próximo heredero del “vargasllerismo”.
Mientras el pueblo continua en su lucha, unos reproduciendo las mismas conductas políticas (herederos incuestionables), esperando con los brazos abiertos que unas pocas migajas del erario público caigan sobre sus manos, y otros con su fuerza de trabajo saliendo adelante día tras día, aquellos quienes se jactan de vivir para la política cuando en realidad solo esperan vivir de la política, sentados sobre los hombros de su “maquinaria”, solo terminarán siendo una mancha en la hoja de vida de sus antecesores políticos.
Independientemente de la casta, la herencia, el carisma y la intención al final de cuentas, todo se trama de lo mismo… Adquirir, ejercer y preservar el poder.